Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 213

Apenas soy consciente de que Christian también se deja ir, gritando mi nombre, con los dedos clavados en mis caderas, y luego se queda quieto y se derrumba sobre mí. Nos deslizamos hasta el suelo, y me acuna en sus brazos. —Gracias, cariño —musita, cubriendo mi cara ladeada de besos dulces y livianos. Abro los ojos y los levanto hacia él, y me abraza con más fuerza. —Tienes una rozadura en la mejilla por culpa del tapete —susurra, y me acaricia la cara con ternura—. ¿Qué te ha parecido? Sus ojos están muy abiertos, cautelosos. —Intenso, delicioso. Me gusta brutal, Christian, y también me gusta tierno. Me gusta que sea contigo. Él cierra los ojos y me abraza aún más fuerte. Madre mía. Estoy exhausta. —Tú nunca fallas, Ana. Eres preciosa, inteligente, audaz, divertida, sexy, y agradezco todos los días a la divina providencia que fueras tú quien vino a entrevistarme y no Katherine Kavanagh. —Me besa el pelo. Yo sonrío y bostezo pegada a su pecho—. Pero ahora estás muy cansada —continúa—. Vamos. Un baño y a la cama. *** Estamos en la bañera de Christian, uno frente al otro, cubiertos de espuma hasta la barbilla, envueltos en el dulce aroma del jazmín. Christian me masajea los pies, por turnos. Es tan agradable que debería ser ilegal. —¿Puedo preguntarte una cosa? —Claro. Lo que sea, Ana, ya lo sabes. Suspiro profundamente y me incorporo sentada con un leve estremecimiento. —Mañana, cuando vaya a trabajar, ¿puede Sawyer limitarse a dejarme en la puerta de la oficina y pasar a recogerme al final del día? Por favor, Christian, por favor —le pido. Sus manos se detienen y frunce el ceño. —Creía que estábamos de acuerdo en eso —se queja. —Por favor —suplico. —¿Y a la hora de comer qué? —Ya me prepararé algo aquí y así no tendré que salir, por favor. Me besa el empeine. —Me cuesta mucho decirte que no —murmura, como si creyera que es una debilidad por su parte—. ¿De verdad que no saldrás? —No. —De acuerdo. Yo le sonrío, radiante.