Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 199

siente de ese modo? Cree que podría dejarle si le conociera. Cree que podría dejarle si fuera tal como es. Oh, este hombre es muy complicado. A medida que nos acercamos a su casa, empieza a irradiar una tensión que se hace palpable. Desde el coche examina las aceras y los callejones laterales, sus ojos escudriñan todos los rincones, y sé que está buscando a Leila. Yo empiezo también a mirar. Todas las chicas morenas son sospechosas, pero no la vemos. Cuando entramos en el garaje, su boca se ha convertido en una línea tensa y adusta. Me pregunto por qué hemos vuelto aquí si va a estar tan nervioso y cauto. Sawyer está en el garaje, vigilando, y se acerca a abrirme la puerta en cuanto Christian aparca al lado del SUV. El Audi destrozado ya no está. —Hola, Sawyer —le saludo. —Señorita Steele. —Asiente—. Señor Grey. —¿Ni rastro? —pregunta Christian. —No, señor. Christian asiente, me coge la mano y vamos hacia el ascensor. Sé que su cerebro no para de trabajar; está totalmente abstraído. En cuanto entramos se vuelve hacia mí. —No tienes permiso para salir de aquí sola bajo ningún concepto. ¿Entendido? —me espeta. —De acuerdo. Vaya… tranquilo. Sin embargo, su actitud me hace sonreír. Tengo ganas de abrazarme a mí misma: este hombre, tan dominante y brusco conmigo… Me asombra que hace solo una semana me pareciera tan amenazador cuando me hablaba de ese modo. Pero ahora le comprendo mucho mejor. Ese es su mecanismo para afrontar las situaciones. Está muy preocupado por lo de Leila, me quiere y quiere protegerme. —¿Qué te hace tanta gracia? —murmura con un deje de ironía en la voz. —Tú. —¿Yo, señorita Steele? ¿Por qué le hago gracia? —dice con un mohín. Los mohines de Christian son tan… sensuales. —No pongas morritos. —¿Por qué? —pregunta, cada vez más divertido. —Porque provoca el mismo efecto en mí que el que tiene en ti que yo haga esto. Y me muerdo el labio inferior. Él arquea las cejas, sorprendido y complacido al mismo tiempo. —¿En serio? Vuelve a hacer un mohín y se inclina para darme un beso fugaz y casto. Yo alzo los labios para unirlos a los suyos, y durante la milésima de segundo en que se rozan nuestras bocas, la naturaleza de su beso cambia, y un fuego