Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 200

arrasador originado en ese íntimo punto de contacto se expande por mis venas y me impulsa hacia él. De pronto mis dedos se enredan en sus cabellos y él me empuja contra la pared del ascensor, sujeta mi cara entre sus manos y nuestras lenguas se entrelazan. Y no sé si los confines del ascensor hacen que todo sea más real, pero noto su necesidad, su ansiedad, su pasión. Dios… Le deseo, aquí, ahora. El ascensor se detiene con un sonido metálico, las puertas se abren y Christian aparta ligeramente su cara de la mía, sus caderas aún inmovilizándome contra la pared y su erección presionando contra mi cuerpo. —Vaya —murmura sin aliento. —Vaya —repito, e inspiro una bocanada de aire para llenar mis pulmones. Me mira con ojos ardientes. —Qué efecto tienes en mí, Ana. Y con el pulgar resigue mi labio inferior. Por el rabillo del ojo veo a Taylor, que da un paso atrás y queda fuera de mi vista. Me alzo para besar a Christian en la comisura de esos labios maravillosamente perfilados. —El que tú tienes en mí, Christian. Se aparta y me da la mano. Ahora tiene los ojos más oscuros, entornados. —Ven —ordena. Taylor sigue en la entrada, esperándonos con discreción. —Buenas noches, Taylor —dice Christian en tono cordial. —Señor Grey, señorita Steele. —Ayer fui la señora Taylor —le digo sonriendo, y él se pone rojo. —También suena bien, señorita Steele —dice Taylor con total naturalidad. —Yo pienso lo mismo. Christian me coge la mano con más fuerza, y pone mala cara. —Si ya habéis terminado los dos, me gustaría un informe rápido. Mira fijamente a Taylor, que ahora parece incómodo, y a mí se me encogen las entrañas. He sobrepasado el límite. —Lo siento —le digo en silencio a Taylor, que se encoge de hombros y me sonríe con amabilidad antes de darme la vuelta para seguir a Christian. —Ahora vuelvo contigo. Antes tengo que decirle una cosa a la señorita Steele —le dice Christian a Taylor, y sé que tengo problemas. Christian me lleva a su dormitorio y cierra la puerta. —No coquetees con el personal, Anastasia —me reprende. Abro la boca para defenderme, luego la cierro y vuelvo a abrirla otra vez. —No coqueteaba. Era amigable… hay una diferencia. —No seas amigable con el personal ni coquetees con ellos. No me gusta.