Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 186
—A quince nudos.
—No tengo ni idea de qué quiere decir eso.
—Unos veintiocho kilómetros por hora.
—¿Solo? Parece mucho más.
Me acaricia la mano, sonriendo.
—Estás preciosa, Anastasia. Es agradable ver tus mejillas con algo de
color… y no porque te ruborices. Tienes el mismo aspecto que en las fotos de José.
Me doy la vuelta y le beso.
—Sabes cómo hacer que una chica lo pase bien, señor Grey.
—Mi único objetivo es complacer, señorita Steele. —Me aparta el pelo y
me besa la parte baja de la nuca, provocándome unos deliciosos escalofríos que me
recorren toda la columna—. Me gusta verte feliz —murmura, y me abraza más fuerte.
Contemplo la inmensidad del agua azul, preguntándome qué debo haber
hecho para que la suerte me haya sonreído y me haya enviado a este hombre.
Sí, eres una zorra con suerte, me replica mi subconsciente. Pero aún te
queda mucho por hacer con él. No va a aceptar siempre esta chorrada de relación
vainilla… vas a tener que transigir. Fulmino mentalmente con la mirada a ese rostro
insolente y mordaz, y apoyo la cabeza en el torso de Christian. En el fondo sé que mi
subconsciente tiene razón, aunque me niego a pensar en ello. No quiero estropearme el
día.
***
Al cabo de una hora atracamos en una cala pequeña y guarecida de la isla
de Bainbridge. Mac ha bajado a la playa en la lancha —no sé bien para qué—, pero
me lo imagino, porque en cuanto pone en marcha el motor fueraborda, Christian me
coge de la mano y prácticamente me arrastra al interior de su camarote: es un hombre
con una misión.
Ahora está de pie ante mí, emanando su embriagadora sensualidad mientras
sus dedos hábiles se afanan en desatar las correas de mi chaleco salvavidas. Lo deja a
un lado y me mira intensamente con sus ojos oscuros, dilatados.
Ya estoy perdida y apenas me ha tocado. Levanta la mano y desliza los
dedos por mi barbilla, a lo largo del cuello, sobre el esternón, hasta alcanzar el primer
botón de mi blusa azul, y siento que su caricia me abrasa.
—Quiero verte —musita, y desabrocha con destreza el botón.
Se inclina y besa con suavidad mis labios abiertos. Jadeo ansiosa, excitada
por la poderosa combinación de su cautivadora belleza, su cruda sexualidad en el
confinamiento de este camarote, y el suave balanceo del barco. Él retrocede un paso.
—Desnúdate para mí —susurra con los ojos incandescentes.
Ah… Obedezco encantada. Sin apartar mis ojos de él, desabrocho despacio
cada botón, saboreando su tórrida mirada. Oh, esto es embriagador. Veo su deseo: es
palpable en su rostro… y en todo su cuerpo.