Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 185

Ellos se ponen a trajinar en la proa, y yo contemplo fascinada cómo la gran vela se iza en el mástil. El viento la agarra, expandiéndola y tensándola. —¡Mantenlo firme, nena, y apaga el motor! —me grita Christian por encima del viento, y me hace la señal de desconectar las máquinas. Yo apenas oigo su voz, pero asiento entusiasmada, y contemplo al hombre que amo, con el pelo totalmente alborotado, muy emocionado, sujetándose ante los cabeceos y los virajes del barco. Aprieto el botón, cesa el rugido del motor, y el Grace navega hacia la península Olympic, deslizándose por el agua como si volara. Yo tengo ganas de chillar y gritar y jalear: esta es una de las experiencias más excitantes de mi vida… salvo quizá la del planeador, y puede que la del cuarto rojo del dolor. ¡Madre mía, cómo se mueve este barco! Me mantengo firme, sujetando el timón y tratando de conservar el rumbo, y Christian vuelve a colocarse detrás de mí y pone sus manos sobre las mías. —¿Qué te parece? —me pregunta, gritando sobre el rugido del viento y el mar. —¡Christian, esto es fantástico! Esboza una radiante sonrisa de oreja a oreja. —Ya verás cuando ice la vela globo. Señala con la barbilla a Mac, que está desplegando la vela globo, de un rojo oscuro e intenso. Me recuerda las paredes del cuarto de juegos. —Un color interesante —grito. Él hace una mueca felina y me guiña un ojo. Oh, no es casualidad. La vela globo, con su peculiar forma, grande y elíptica, se hincha y hace que el Grace coja gran velocidad. El barco toma el rumbo, navegando a toda marcha hacia el Sound. —Velaje asimétrico. Para correr más —contesta Christian a mi pregunta implícita. —Es alucinante. No se me ocurre nada mejor que decir. Mientras brincamos sobre las aguas, en dirección a las majestuosas montañas Olympic y a la isla de Bainbridge, yo sigo con una sonrisa FR