Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 184

devuelvo el saludo. Christian mira por encima del hombro, y luego hace que me siente entre sus piernas y señala las diversas esferas y dispositivos del puente de mando. —Coge el timón —me ordena tan autoritario como siempre, y yo hago lo que me pide. —A la orden, capitán —digo con una risita nerviosa. Coloca sus manos sobre las mías, manteniendo el rumbo para salir de la bahía, y en cuestión de minutos estamos en mar abierto, surcando las azules y frías aguas del estrecho de Puget. Lejos del muro protector del puerto, el viento es más fuerte y navegamos sobre un mar encrespado y rizado. No puedo evitar sonreír al notar el entusiasmo de Christian; esto es tan emocionante… Trazamos una gran curva hasta situarnos rumbo oeste hacia la península Olympic, con el viento detrás. —Hora de navegar —dice Christian, lleno de excitación—. Toma, cógelo tú. Mantén el rumbo. ¿Qué? Sonríe al ver mi cara de horror. —Es muy fácil, nena. Sujeta el timón y no dejes de mirar por la proa hacia el horizonte. Lo harás muy bien, como siempre. Cuando se icen las velas, notarás el tirón. Limítate a mantenerlo firme. Yo te haré esta señal —hace un movimiento con la mano plana como de rajarse el cuello—, y entonces puedes parar el motor. Es este botón de aquí. —Señala un gran interruptor negro—. ¿Entendido? —Sí —asiento frenética y aterrorizada. ¡Madre mía… yo no tenía pensado hacer nada! Me besa y baja rápidamente de la silla de capitán, y luego salta a la parte delantera del barco, donde se encuentra Mac, y empieza a desplegar velas, a desatar cabos y a manipular cabrestantes y poleas. Ambos trabajan bien juntos, como un equipo, intercambiando a gritos diversos términos náuticos, y es reconfortante ver a Cincuenta interactuar con alguien con tanta espontaneidad. Quizá Mac sea amigo de Cincuenta. Por lo que yo sé, no parece que tenga muchos, pero la verdad es que yo tampoco. Bueno, al menos aquí en Seattle. Mi única amiga está de vacaciones, poniéndose morena en Saint James, en la costa oeste de Barbados. Al pensar en Kate siento una punzada de dolor. Echo en falta a mi compañera de piso más de lo que creía cuando se fue. Espero que cambie de opinión y que regrese pronto a casa con su hermano Ethan, en lugar de prolongar su estancia con el hermano de Christian, Elliot. Christian y Mac izan la vela mayor. Se hincha y se infla a merced del impetuoso viento, y de repente el barco da bandazos y acelera. Yo lo siento en el timón. ¡Uau!