Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 173
La idea lleva un tiempo rondándome por la cabeza.
Arquea una ceja y luego niega.
—No tengo ni idea. No era ese salvaje que le hacía de chulo, lo cual está
bien.
—¿Cómo lo sabes?
—Por una cosa que me dijo mi padre… Carrick.
Observo expectante a mi Cincuenta, a la espera.
—Siempre ávida por saber, Anastasia. —Suspira y mueve la cabeza—. El
chulo encontró el cuerpo de la puta adicta al crack y telefoneó a las autoridades.
Aunque tardaron cuatro días en encontrarlo. Él se fue, cerró la puerta… y me dejó
con… con su cadáver.
Se le enturbia la mirada al recordarlo.
Inspiro con fuerza. Pobre criatura… la mera idea de semejante horror
resulta dolorosamente inconcebible.
—La policía le interrogó después. Él negó rotundamente que tuviera algo
que ver conmigo, y Carrick me dijo que no nos parecíamos en absoluto.
—¿Recuerdas cómo era?
—Anastasia, esa es una parte de mi vida en la que no suelo pensar a
menudo. Sí, recuerdo cómo era. Nunca le olvidaré. —La expresión de Christian se
ensombrece y endurece, volviendo su rostro más anguloso, con una gélida mirada de
rabia en sus ojos—. ¿Podemos hablar de otra cosa?
—Perdona. No quería entristecerte.
Niega con la cabeza.
—Es el pasado, Ana. No quiero pensar en eso ahora.
—Bueno… ¿y cuál es esa sorpresa? —digo para cambiar de tema antes de
que las sombras de Cincuenta se vuelvan contra mí.
Inmediatamente se le ilumina la cara.
—¿Te apetece salir a tomar un poco de aire fresco? Quiero enseñarte una
cosa.
—Claro.
Me maravilla la rapidez con que cambia de humor… tan voluble como
siempre. Me mira risueño, con esa sonrisa espontánea y juvenil de «Solo soy un chaval
de veintisiete años», y mi corazón da un salto. Así que se trata de algo muy importante
para él, lo noto. Me da un cachete en el trasero, juguetón.
—Vístete. Con unos vaqueros ya va bien. Espero que Taylor te haya metido
algunos en la maleta.
Se levanta y se pone los calzoncillos. Oh… podría estar sentada aquí todo
el día, viéndole moverse por la habitación.
—Arriba —ordena, tan autoritario como siempre.
Le miro, sonriente.