Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 162
acuciándole… olvidándolo todo, salvo nosotros.
—Conseguirás intimidarme, Ana —murmura de pronto; a continuación, se
aparta de mí y se pone de rodillas. Se baja los pantalones con destreza y me entrega un
paquetito plateado—. Tú me deseas, nena, y está claro que yo te deseo a ti. Ya sabes
qué hacer.
Con dedos ansiosos y diestros, rasgo el envoltorio y le coloco el
preservativo. Él me sonríe con la boca abierta y los ojos enturbiados, llenos de
promesa carnal. Se inclina sobre mí, me frota la nariz con la suya, y despacio, con los
ojos cerrados, entra deliciosamente en mí.
Me aferro a sus brazos y levanto la barbilla, gozando de la exquisita
sensación de que me posea. Me pasa los dientes por el mentón, se retira, y vuelve a
deslizarse en mi interior… muy despacio, con mucha suavidad, mucha ternura, mientras
con los codos y las manos a ambos lados de mi cara oprime mi cuerpo con el suyo.
—Tú haces que me olvide de todo. Eres la mejor terapia —jadea, y se
mueve a un ritmo dolorosamente lento, saboreándome centímetro a centímetro.
—Por favor, Christian… más deprisa —murmuro, deseando más, ahora, ya.
—Oh, no, nena, necesito ir despacio.
Me besa suavemente, mordisquea con cuidado mi labio inferior y absorbe
mis leves quejidos.
Yo hundo más las manos en su cabello y me rindo a su ritmo, mientras lenta
y firmemente mi cuerpo asciende más y más alto hasta alcanzar la cima, y luego se
precipita brusca y rápidamente mientras llego al clímax en torno a él.
—Oh, Ana…
Y con mi nombre en sus labios como una bendición, alcanza el orgasmo.
***
Tiene la cabeza apoyada en mi vientre y me rodea con sus brazos. Mis
dedos juguetean con su cabello revuelto, y seguimos así, tumbados, durante no sé
cuánto tiempo. Es muy tarde y estoy muy cansada, pero solo deseo disfrutar de la
tranquila serenidad de haber hecho el amor con Christian, porque eso es lo que hemos
hecho: hacer el amor, dulce y tierno.
Él también ha recorrido un largo camino, como yo, en muy poco tiempo.
Tanto, que digerirlo resulta casi excesivo. Por culpa de ese esp