Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 16
sus cinco días de enfurruñamiento.
De golpe se abren las puertas, se rompe el hechizo y estamos en la azotea.
Hace viento y, a pesar de la chaqueta negra, tengo frío. Christian me rodea con el
brazo, me atrae hacia él y vamos a toda prisa hasta el centro del helipuerto, donde está
el Charlie Tango con sus hélices girando despacio.
Un hombre alto y rubio, de mandíbula cuadrada y con traje oscuro, baja de
un salto, se agacha y corre hacia nosotros. Le estrecha la mano a Christian y grita por
encima del ruido de las hélices.
—Listo para despegar, señor. ¡Todo suyo!
—¿Lo has revisado todo?
—Sí, señor.
—¿Lo recogerás hacia las ocho y media?
—Sí, señor.
—Taylor te espera en la entrada.
—Gracias, señor Grey. Que tenga un vuelo agradable hasta Portland.
Señora —me saluda.
Christian asiente sin soltarme, se agacha y me lleva hasta la puerta del
helicóptero.
Una vez dentro me abrocha fuerte el arnés, y tensa las correas. Me dedica
una mirada de complicidad y esa sonrisa secreta suya.
—Esto debería impedir que te muevas del sitio —murmura—. Debo decir
que me gusta cómo te queda el arnés. No toques nada.
Yo me pongo muy colorada, y él desliza el dedo índice por mi mejilla antes
de pasarme los cascos. A mí también me gustaría tocarte, pero no me dejarás. Frunzo
el ceño. Además, ha apretado tanto las correas que apenas puedo moverme.
Ocupa su asiento y se ata también, luego empieza a hacer todas las
comprobaciones previas al despegue. Es tan competente… Resulta muy seductor. Se
pone los cascos, gira un mando y las hélices cogen velocidad, ensordeciéndome.
Se vuelve hacia mí y me mira.
—¿Lista, cariño?
Su voz resuena a través de los cascos.
—Sí.
Esboza esa sonrisa juvenil… que llevo tanto tiempo sin ver.
—Torre de Sea-Tac, aquí Charlie Tango Golf… Golf Echo Hotel, listo
para despegar hacia Portland vía PDX. Solicito confirmación, corto.
La voz impersonal del controlador aéreo contesta con las instrucciones.
—Roger, torre, Charlie Tango preparado.
Christian gira dos mandos, sujeta la palanca, y el helicóptero se eleva
suave y lentamente hacia el cielo crepuscular.
Seattle y mi estómago quedan allá abajo, y hay tanto que ver…