Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 126

significa mucho. Me desea. Mi cuerpo se contrae por debajo de la cintura. Empieza a ser insoportable. El último lote de la subasta es una semana en el lago Adriana. Naturalmente, el señor y la doctora Grey tienen una casa en aquel hermoso paraje de Montana, y la puja sube rápidamente, pero yo apenas soy consciente de ello. Le noto crecer bajo mis dedos y eso hace que me sienta muy poderosa. —¡Adjudicado por ciento diez mil dólares! —proclama triunfalmente el maestro de ceremonias. Toda la sala prorrumpe en aplausos, y yo me sumo a ellos de mala gana, igual que Christian, poniendo fin a nuestra diversión. Se vuelve hacia mí con una expresión sugerente en los labios. —¿Lista? —musita sobre la efusiva ovación. —Sí —respondo en voz queda. —¡Ana! —grita Mia—. ¡Ha llegado el momento! ¿Qué? No. Otra vez no. —¿El momento de qué? —La Subasta del Baile Inaugural. ¡Vamos! Se levanta y me tiende la mano. Yo miro de reojo a Christian, que está, creo, frunciéndole el ceño a Mia, y no sé si reír o llorar, pero al final opto por la primera opción. Rompo a reír en un estallido catártico de colegiala nerviosa, al vernos frustrados nuevamente por ese torbellino de energía rosa que es Mia Grey. Christian me observa fijamente y, al cabo de un momento, aparece la sombra de una sonrisa en sus labios. —El primer baile será conmigo, ¿de acuerdo? Y no será en la pista —me dice lascivo al oído. Mi risita remite en cuanto la expectativa aviva las llamas del deseo. ¡Oh, sí! La diosa que llevo dentro ejecuta una perfecta pirueta en el aire con sus patines sobre hielo. —Me apetece mucho. Me inclino y le beso castamente en los labios. Echo un vistazo alrededor y me doy cuenta de que el resto de los comensales de la mesa están atónitos. Naturalmente, nunca habían visto a Christian acompañado de una chica. Él esboza una amplia sonrisa y parece… feliz. —Vamos, Ana —insiste Mia. Acepto la mano que me tiende y la sigo al escenario, donde se han congregado otras diez jóvenes más, y veo con cierta inquietud que Lily es una de ellas. —¡Caballeros, el momento cumbre de la velada! —grita el maestro de ceremonias por encima del bullicio—. ¡El momento que todos estaban esperando! ¡Estas doce encantadoras damas han aceptado subastar su primer baile al mejor postor! Oh, no. Enrojezco de la cabeza a los pies. No me había dado cuenta de qué