Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 72

—Ha llegado el desayuno. —Va… Vale —tartamudeo arrancándome cruelmente de mi ensoñación erótica. Salgo de la ducha y cojo dos toallas. Con una me envuelvo el pelo al más puro estilo Carmen Miranda, y con la otra me seco a toda prisa obviando la placentera sensación de la toalla frotando mi piel hipersensible. Abro la bolsa. Taylor me ha comprado no solo unos vaqueros y unas Converse, sino también una camisa azul cielo, calcetines y ropa interior. Madre mía. Sujetador y bragas limpios… Aunque describirlos de manera tan mundana y utilitaria no les hace justicia. Es lencería de lujo europea, de diseño exquisito. Encaje y seda azul celeste. Uau. Me quedo impresionada y algo intimidada. Y además es exactamente de mi talla. Pues claro. Me ruborizo pensando en el rapado en una tienda de lencería comprándome estas pr endas. Me pregunto a qué otras cosas se dedica en sus horas de trabajo. Me visto rápidamente. El resto de la ropa también me queda perfecta. Me seco el pelo con la toalla e intento desesperadamente controlarlo, pero, como siempre, se niega a colaborar. Mi única opción es hacerme una coleta, pero no tengo goma. Debo de tener una en el bolso, pero vete a saber dónde está. Respiro profundamente. Ha llegado el momento de enfrentarse al señor Turbador. Me alivia encontrar la habitación vacía. Busco rápidamente mi bolso, pero no está por aquí. Vuelvo a respirar hondo y voy a la sala de estar de la suite. Es enorme. Hay una lujosa zona para sentarse, llena de sofás y blandos cojines, una sofisticada mesita con una pila de grandes libros ilustrados, una zona de estudio con el último modelo de iMac y una enorme televisión de plasma en la pared. Christian está sentado a la mesa del comedor, al otro extremo de la sala, leyendo el periódico. La estancia es más o menos del tamaño de una cancha de tenis. No es que juegue al tenis, pero he ido a ver jugar a Kate varias veces. ¡Kate! —Mierda, Kate —digo con voz ronca. Christian alza los ojos hacia mí. —Sabe que estás aquí y que sigues viva. Le he mandado un mensaje a Elliot —me dice con cierta sorna. Oh, no. Recuerdo su ardiente baile de ayer, sacando partido a todos sus movimientos exclusivos para seducir al hermano de Christian Grey, nada menos. ¿Qué va a pensar de que esté aquí? Nunca he pasado una noche fuera de casa. Está todavía con Elliot. Solo ha hecho algo así dos veces, y las dos me ha tocado aguantar el espantoso pijama rosa durante una semana cuando cortaron. Va a pensar que también yo me he enrollado con Christian.