Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 71
Gawain o sir Lancelot.
Salgo de su cama y busco frenéticamente mis vaqueros. Se abre la puerta del
cuarto de baño y aparece él, mojado y resplandeciente por la ducha, todavía sin
afeitar, con una toalla alrededor de la cintura, y ahí estoy yo… en bragas,
mirándolo boquiabierta y sintiéndome muy incómoda. Le sorprende verme
levantada.
—Si estás buscando tus vaqueros, los he mandado a la lavandería —me dice con
una mirada impenetrable—. Estaban salpicados de vómito.
—Ah.
Me pongo roja. ¿Por qué demonios tiene siempre que pillarme descolocada?
—He mandado a Taylor a comprar otros y unas zapatillas de deporte. Están en
esa bolsa.
Ropa limpia. Un plus inesperado.
—Bueno… Voy a ducharme —musito—. Gracias.
¿Qué otra cosa puedo decir? Cojo la bolsa y entro corriendo en el cuarto de baño
para alejarme de la perturbadora proximidad de Christian desnudo. El David de
Miguel Ángel no tiene nada que hacer a su lado.
El cuarto de baño está lleno de vapor. Me quito la ropa y me meto rápidamente
en la ducha, impaciente por sentir el chorro de agua limpia sobre mi cuerpo.
Levanto la cara hacia el anhelado torrente. Deseo a Christian Grey. Lo deseo
desesperadamente. Es sencillo. Por primera vez en mi vida quiero irme a la cama
con un hombre. Quiero sentir sus manos y su boca en mi cuerpo.
Ha dicho que le gusta que sus mujeres estén conscientes. Entonces seguramente
sí se acuesta con mujeres. Pero no ha intentado besarme, como Paul y José. No lo
entiendo. ¿Me desea? No quiso besarme la semana pasada. ¿Le resulto repulsiva?
Pero estoy aquí, y me ha traído él. No entiendo a qué juega. ¿Qué piensa? Has
dormido en su cama toda la noche y no te ha tocado, Ana. Saca tus conclusiones.
Mi subconsciente asoma su fea e insidiosa cara. No le hago caso.
El agua caliente me relaja. Mmm… Podría quedarme debajo del chorro, en este
cuarto de baño, para siempre. Cojo el gel, que huele a Christian. Es un olor
exquisito. Me froto todo el cuerpo imaginándome que es él quien lo hace, que él
me frota este gel que huele de maravilla por el cuerpo, por los pechos, por la
barriga y entre los muslos con sus manos de largos dedos. Madre mía. Se me
dispara el corazón. Es una sensación muy… muy placentera.
Llama a la puerta y doy un respingo.