Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 449
otra pierna. Me frota ambas piernas, estrujándolas, masajeándolas, reavivándolas.
Luego me agarra por las caderas y me levanta de forma que ya no tengo la espalda
pegada a la cama; estoy arqueada y apoyada solo en los hombros. ¿Qué? Se coloca
de rodillas entre mis piernas… y con una rápida y certera embestida me penetra…
oh, Dios… y vuelvo a gritar. Se inician las convulsiones de mi orgasmo inminente,
y entonces para. Cesan las convulsiones… oh, no… va a seguir torturándome.
—¡Por favor! —gimoteo.
Me agarra con más fuerza… ¿para advertirme? No sé. Me clava los dedos en el
trasero mientras yo jadeo, así que decido estarme quieta. Muy lentamente, empieza
a moverse otra vez: sale, entra… angustiosamente despacio. ¡Madre mía… por
favor! Grito por dentro y, según aumenta el número de voces de la pieza coral, va
incrementando él su ritmo, de forma infinitesimal, controladísimo, completamente
al son de la música. Ya no aguanto más.
—Por favor —le suplico, y con un solo movimiento rápido vuelve a dejarme en
la cama y se cierne sobre mí, con las manos a los lados de mi pecho, aguantando su
propio peso, y empuja.
Cuando la música llega a su clímax, me precipito… en caída libre… al orgasmo
más intenso y angustioso que he tenido jamás, y Christian me sigue, embistiendo
fuerte tres veces más… hasta que finalmente se queda inmóvil y se derrumba sobre
mí.
Cuando recobro la conciencia y vuelvo de dondequiera que haya estado,
Christian sale de mí. La música ha cesado y noto cómo él se estira sobre mi cuerpo
para soltarme la muñequera derecha. Gruño al sentir al fin la mano libre.
Enseguida me suelta la otra, retira con cuidado el antifaz de mis ojos y me quita los
auriculares de los oídos. Parpadeo a la luz tenue del cuarto y alzo la vista hacia su
intensa mirada de ojos grises.
—Hola —murmura.
—Hola —le respondo tímidamente.
En sus labios se dibuja una sonrisa. Se inclina y me besa suavemente.
—Lo has hecho muy bien —susurra—. Date la vuelta.
Madre mía… ¿qué me va a hacer ahora? Su mirada se enternece.
—Solo te voy a dar un masaje en los hombros.
—Ah, vale.
Me vuelvo, agarrotada, boca abajo. Estoy exhausta. Christian se sienta a
horcajadas sobre mi cintura y empieza a masajearme los hombros. Gimo fuerte;