Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 436

vuelven a cruzarse brevemente en el retrovisor. —Sí, señora. Pulsa unos botones en el volante y los suaves acordes del Canon de Pachelbel inundan el espacio que nos separa. Oh, sí… esto es lo que me estaba haciendo falta. —Gracias. Me recuesto en el asiento mientras nos adentramos en Seattle, a un ritmo lento pero constante, por la interestatal 5. Veinticinco minutos después, me deja delante de la impresionante fachada del Escala. —Adelante, señora —dice, sujetándome la puerta—. Ahora le subo el equipaje. Su expresión es tierna, cálida, afectuosa incluso, como la de tu tío favorito. Uf… Tío Taylor, vaya idea. —Gracias por venir a recogerme. —Un placer, señorita Steele. Sonríe, y yo entro en el edificio. El portero me saluda con la cabeza y con la mano. Mientras subo a la planta treinta, siento el cosquilleo de un millar de mariposas extendiendo sus alas y revoloteando erráticamente por mi estómago. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Sé que es porque no tengo ni idea de qué humor va a estar Christian cuando llegue. La diosa que llevo dentro confía en que tenga ganas de una cosa en concreto; mi subconsciente, como yo, está hecha un manojo de nervios. Se abren las puertas del ascensor y me encuentro en el vestíbulo. Se me hace tan raro que no me reciba Taylor. Está aparcando el coche, claro. En el salón, veo a Christian hablando en voz baja por la BlackBerry mientras contempla el perfil de Seattle por el ventanal. Lleva un traje gris con la americana desabrochada y se está pasando la mano por el pelo. Está inquieto, tenso incluso. ¿Qué pasa? Inquieto o no, sigue siendo un placer mirarlo. ¿Cómo puede resultar tan… irresistible? —Ni rastro… Vale… Sí. Se vuelve y me ve, y su actitud cambia por completo. Pasa de la tensión al alivio y luego a otra cosa: una mirada que llama directamente a la diosa que llevo dentro, una mirada de sensual carnalidad, de ardientes ojos grises. Se me seca la boca y renace el deseo en mí… uf.