Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Página 382
—¿Así que casualmente te alojas en el hotel donde estamos tomando unas
copas? —digo, esforzándome por sonar desenfadada.
—O casualmente estáis tomando unas copas en el hotel donde yo me alojo —me
contesta él—. Acabo de cenar, he venido aquí y te he visto. Andaba distraído
pensando en tu último correo, levanto la vista y ahí estabas. Menuda coincidencia,
¿verdad?
Ladea la cabeza y detecto un amago de sonrisa. Gracias a Dios… puede que al
final hasta salvemos la noche.
—Mi madre y yo hemos ido de compras esta mañana y a la playa por la tarde.
Luego hemos decidido salir de copas esta noche —murmuro, porque tengo la
sensación de que le debo una explicación.
—¿Ese top es nuevo? —Señala mi blusón de seda verde recién estrenado—. Te
sienta bien ese color. Y te ha dado un poco el sol. Estás preciosa.
Me ruborizo. El cumplido me deja sin habla.
—Bueno, pensaba hacerte una visita mañana, pero mira por dónde…
Alarga el brazo y me coge la mano, me la aprieta con suavidad, me acaricia los
nudillos con el pulgar… y siento de nuevo el tirón. Esa descarga eléctrica que corre
bajo mi piel bajo la suave presión de su pulgar se dispara a mi torrente sanguíneo y
me recorre el cuerpo entero, calentándolo todo a su paso. Hacía más de dos días
que no lo veía. Madre mía… cómo lo deseo. Se me entrecorta la respiración. Lo
miro pestañeando, sonrío tímidamente, y veo dibujarse una sonrisa en sus labios.
—Quería darte una sorpresa. Pero, como siempre, me la has dado tú a mí,
Anastasia, cuando te he visto aquí.
Miro de reojo a mi madre, que tiene los ojos clavados en Christian… ¡sí,
clavados! Vale ya, mamá. Ni que fuera una criatura exótica nunca vista. A ver, ya
sé que hasta ahora no había tenido novio y que a Christian solo lo llamo así por
llamarlo de alguna manera, pero ¿tan increíble es que yo haya podido atraer a un
hombre? ¿A este hombre? Pues sí, francamente… tú míralo bien, me suelta mi
subconsciente. ¡Oh, cállate! ¿Quién te ha dado vela en este entierro? Miro ceñuda a
mi madre, pero ella no parece darse por enterada.
—No quiero robarte tiempo con tu madre. Me tomaré una copa y me retiraré.
Tengo trabajo pendiente —declara muy serio.
—Christian, me alegro mucho de conocerte —interviene mi madre, recuperando
al fin el habla—. Ana me ha hablado muy bien de ti.
Él le sonríe.