Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 325

—No te masturbes. Quiero que te sientas frustrada. Así es como me siento yo cuando no me cuentas las cosas, cuando me niegas lo que es mío. Se le encienden de nuevo los ojos, enfadado otra vez. Asiento con la cabeza, jadeando. Se levanta, se quita el condón, le hace un nudo en el extremo y se lo guarda en el bolsillo de los pantalones. Lo miro, con la respiración aún alterada, e involuntariamente aprieto las piernas, tratando de encontrar algo de alivio. Christian se sube la bragueta, se peina un poco con la mano y se agacha para coger su americana. Luego se vuelve a mirarme, con una expresión más tierna. —Más vale que volvamos a la casa. Me incorporo, algo inestable, aturdida. —Toma, ponte esto. Del bolsillo interior de la americana saca mis bragas. Las cojo sin sonreír; en el fondo sé que me he llevado un polvo de castigo, pero he conseguido una pequeña victoria en el asunto de las bragas. La diosa que llevo dentro asiente, de acuerdo conmigo, y en su rostro se dibuja una sonrisa de satisfacción. No has tenido que pedírselas. —¡Christian! —grita Mia desde el piso de abajo. Christian se vuelve y me mira con una ceja arqueada. —Justo a tiempo. Dios, qué pesadita es cuando quiere. Lo miro ceñuda, devuelvo deprisa las braguitas a su legítimo lugar y me levanto con toda la dignidad de la que soy capaz en mi estado. A toda prisa, intento arreglarme el pelo revuelto. —Estamos aquí arriba, Mia —le grita él—. Bueno, señorita Steele, ya me siento mejor, pero sigo queriendo darle unos azotes —me dice en voz baja. —No creo que lo merezca, señor Grey, sobre todo después de tolerar su injustificado ataque. —¿Injustificado? Me has besado. Se esfuerza por parecer ofendido. Frunzo los labios. —Ha sido un ataque en defensa propia. —Defensa ¿de qué? —De ti y de ese cosquilleo en la palma de tu mano.