Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 27
expresión fría y divertida a la vez.
¿Bridas para cables?
—Tenemos varias medidas. ¿Quiere que se las muestre? —susurro con voz
titubeante.
Cálmate, Steele.
Un ligero fruncimiento estropea las cejas de Grey, que son bastante bonitas.
—Sí, por favor. La acompaño, señorita Steele —me dice.
Salgo de detrás del mostrador fingiendo despreocupación, pero lo cierto es que
me concentro al máximo en no desplomarme. De repente mis piernas parecen de
plastilina. Me alegro mucho de haber decidido ponerme mis mejores vaqueros esta
mañana.
—Están con los artículos de electricidad, en el pasillo número ocho —le digo en
un tono de voz demasiado elevado.
Lo miro y me arrepiento casi de inmediato. ¡Qué guapo es!
—La sigo —murmura haciendo un gesto con su mano de largos dedos y uñas
perfectamente arregladas.
Con el corazón casi estrangulándome —porque me ha subido hasta la garganta
e intenta salírseme por la boca— me meto en un pasillo en dirección a la sección de
electricidad. ¿Por qué está en Portland? ¿Por qué ha venido a Clayton’s? Y de una
diminuta parte de mi cerebro que apenas utilizo —seguramente por debajo del
bulbo raquídeo, cerca de donde habita mi subconsciente— surge una idea: Ha
venido a verte. ¡Imposible! La descarto de inmediato. ¿Por qué iba a querer verme
este hombre guapo, poderoso y sofisticado? Es una idea absurda, así que me la
quito de la cabeza.
—¿Ha venido a Portland por negocios? —le pregunto.
Mi voz suena demasiado aguda, como si me hubiera pillado un dedo en una
puerta. ¡Basta! ¡Intenta calmarte, Ana!
—He ido a visitar el departamento de agricultura de la universidad, que está en
Vancouver. En estos momentos financio una investigación sobre rotación de
cultivos y ciencia del suelo —me contesta con total naturalidad.
¿Lo ves? Ni por asomo ha venido a verte, se burla a gritos mi orgullosa
subconsciente. Me ruborizo solo de pensar en las tonterías que se me pasan por la
cabeza.
—¿Forma parte de su plan para alimentar al mundo? —lo provoco.