Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 115
mucho calor, luego frío, y araño la sábana sobre la que estoy tumbada. Christian se
tumba a mi lado y me recorre con la mano desde la cadera hasta el pecho, pasando
por la cintura. Me observa con expresión impenetrable y me rodea suavemente los
pechos con las manos.
—Encajan perfectamente en mi mano, Anastasia —murmura.
Mete el dedo índice por la copa de mi sujetador, la baja muy despacio y deja mi
pecho al aire, empujado hacia arriba por la varilla y la tela. Desplaza el dedo a mi
otro seno y repite el proceso. Los pechos se me hinchan y los pezones se me
endurecen bajo su insistente mirada. El sujetador mantiene alzados mis senos.
—Muy bonitos —suspira admirado.
Y los pezones se me endurecen todavía más.
Me chupa suavemente un pezón, desliza una mano al otro pecho, y con el
pulgar rodea muy despacio el otro pezón y tira de él. Gimo y siento que una dulce
sensación me desciende hasta la ingle. Estoy muy húmeda. Oh, por favor, suplico
para mis adentros agarrando con fuerza la sábana. Cierra los labios alrededor de
mi otro pezón, y cuando lo lame, casi siento una convulsión.
—Vamos a ver si conseguimos que te corras así —me susurra.
Y sigue con su lenta y sensual incursión. Mis pezones sienten sus hábiles dedos
y sus labios, que encienden mis terminaciones nerviosas hasta el punto de que
todo mi cuerpo gime en una dulce agonía, pero él no se detiene.
—Oh… por favor —le suplico.
Tiro la cabeza hacia atrás, con la boca abierta, y gimo. Siento las piernas
entumecidas. Maldita sea, ¿qué está pasándome?
—Déjate ir, nena —murmura.
Me aprieta un pezón con los dientes, con el pulgar y el índice tira fuerte del otro,
y me dejo caer en sus manos. Mi cuerpo se agita y estalla en mil pedazos. Me besa
profundamente, metiéndome la lengua en la boca para absorber mis gritos.
¡Dios mío! Ha sido fantástico. Ahora ya sé a qué viene tanto asombro ante mi
reacción. Me mira con una sonrisa satisfecha, aunque estoy segura de que no es
más que gratitud y admiración por mí.
—Eres muy receptiva —me dice—. Tendrás que aprender a controlarlo, y será
muy divertido enseñarte.
Vuelve a besarme.
Mi respiración es todavía irregular mientras me recupero del orgasmo. Desliza