Ambos bandos de dioses emergían sus mejores cualidades de pelea, los nueve mundos parecían
coexistir en un arranque de furia, los gigantes hacían notar su vil naturaleza y los dioses se dejaban
envolver por la locura de la lucha. La sangre manchó el cielo y la tierra, Freyja vio morir a su hija, vio
morir a sus valkirias una a una dejando solo una coraza de entrega manchada en sus trajes, vio morir a
Nanna, a Thor, a Sif, a Vali, a Odín, a los hijos de Odín y a los hijos de todos los dioses, para cuando
Freyja intentó llorar no quedó nadie con vida, solo escuchaba su tormento, su respiración asolapaba y
oculta en un corazón que parecía bombear, pero no vaciló y aunque no podía escuchar y no escuchaba
a los demás su temple permaneció firme ante lo desconocido.
Muchos afirman que todos los dioses ya murieron y que el descenso del universo es solo una con-
secuencia para un fin, otros más bien dicen que solo sobrevivió una diosa, la diosa de las valkirias, re-
cordada como la diosa de la belleza, del amor y de la guerra, dicen que aun busca a su amado en cada
estrella y que en cada paso que proyecta y en cada recuerdo que alberga deja una halo de luz de luna
diferente y constante, para que todos recuerden a Óðr y para que todos los amantes recuerden, en todos
los ciclos lunares dejados a sus pasos, lo destinado que es el amor y la fuerza y el coraje que habita en la
última valkiria.
Freyja atesora mis sueños e inúndalos de tu femineidad y de tu
fuerza y enseña al hombre a ser hombre y a la mujer a ser mujer.
POESíA
Juliette M. Carrillo Anccasi
PUCHKA
Son lanas que nos tejen,
que anudan hechos,
hilos que son guías,
manos que son caminos,
dedos que enriendan sombras,
ovillos que aprietan vidas
y fibras que mueren solas.
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