LIMASHUN Nº 46 46-LIMASHUN | Page 8

Página 8 de 20 La diosa Frigg se paró de su trono y caminó lentamente, su mirada, reflejo de la más basta sabidu- ría, contemplaba las nubes a su alrededor… ―Lo que me pides es injusto Freyja, abandona mi recinto. Freyja se levantó ofendida por sus acciones y cubriéndose de su manto, voló como águila ante la mirada desaprobatoria de Frigg, voló hacia los hombres para observarlos una vez más. Se posó en las ramas de un viejo roble y observó a las mujeres que por ahí pasaban. Todas las tardes hacía lo mismo, todas las tardes esperaba hallar algo más. ―¡Odín, Odín! ¡Oh mi señor!― dijo Freyja, apresurando sus pasos hacia el recinto sagrado― Creo que voy entendiendo, y he recibido todo rezo hacia mi persona y cuidado a cada enamorado y presen- ciado cada parto, pero una guerra se aproxima, muchas creo yo y la mujer no solo va a dar.. ―Te doy permiso de ordenar tus palabras ― dijo el dios supremo con una voz que parecía provenir del golpe de las rocas, de fondo de los truenos, de lo hondo y basto de los nueves mundos. ―Odín ― respiró profundamente Freyja― mi señor, soy ejemplo de sabiduría, de amor, de belleza y de bondad, pero la mujer no solo es madre, es hija y esposa entonces es valiente y no es frágil y acom- paña en la guerra tanto como el hombre, aunque no tenga la fuerza necesaria para luchar, la tiene para sobrevivir, para dar vida y cuidar de ella, somos los pies que transitan en la tierra, somos las manos que empuñan el arma, somos el motivo, ¡somos el motivo! Sé que guardas los mejores guerreros muertos, para luchar contigo en la batalla de los dioses, permíteme a mí, resguardar a las mujeres. ―Entiendo lo que alegas, y me alegro por eso pero Gefjun ya se encarga de eso. ―No quiero princesas padre, aquellas servirán muy bien para alimentar el alma rota de los hom- bres después de la contienda. Yo quiero mujeres nobles y con coraje, que no destellen debilidad ni co- bardía y que ayuden a recoger la sangre de los muertos, quiero doncellas guerreras que recuerden a todos que la fertilidad es fuerza, que el amor es entrega, que la pasión es ímpetu guerrero, que desdeñen el llanto de los cobardes y que se entreguen a la enseñanza como el mayor placer de los dioses, quiero valkirias. ―¿Dónde las hallarás? ―En cada acto noble… … Freyja, enseñó a las valkirias no solo a ser guerreras, las dotó de sensibilidad, de belleza y arraigue, pudo sembrar en ellas sabidurías que no solo sirvieron de inspiración a los hombres sino también de fuerza y entrega para las guerras. Por orden de Odín, Freyja y las valkirias escogían a los muertos en batalla, tenían que ser justas para dar un ganador y para calcular el número de almas que ya habían cumplido su destino. Freyja como diosa del amor se enamoró de un hombre llamado Óðr, un buen guerrero noble que combatió cada batalla y que al morir sería reclutado por Odín para su ejército. Freyja buscaba a Óðr en cada batalla, como águila, como halcón, le lloraba en silencio pero esperaba su retorno con paciencia y fortaleza, aquella fortaleza que necesitan los guerreros al finalizar una contienda. ―Freyja, los mundos siempre buscaran la superación, tú te has superado a ti misma y estoy orgu- llosa de ti, aun te falta mucho por aprender pero sé que lo lograrás ― dijo agonizando la diosa Frigg mientras se desvanecía a los brazos de Freyja. La diosa del amor sintió sus puños temblar de coraje, apretó sus uñas contra su piel, sus sentidos le sugerían miedo pero su corazón le oprimía con fuerza exigiéndole valentía, Freyja se convirtió en águila y al mando de las valkirias se dirigieron al campo de contienda y aunque Freyja esperaba la muerte de Óðr para combatir juntos contra los Esir, no podía revelar sus sentimientos, tenía un ejército de val- kirias que dirigir y así lo hizo. ―¡Montadas en caballos irán no solo a combatir por el honor, irán con la muerte al justo destinado! ¡Iremos por los hombres y las mujeres que hoy defendemos! ¡Irá nuestra valentía y perdurará nuestro amor! ¡Ea, valkirias! ¡Ea!― gritó Freyja alzando el vuelo.