CUENTO
Andrea A. Bedregal Zegarra
Freyja
En cada constelación he buscado tu nombre y en
cada estrella me he perdido, siempre me ha bastado la lu-
cha, siempre me he deleitado del destino.
A
quellas tierras fértiles vanagloriaban a la
diosa, aquellos besos de enamorados la
presumían, aquellas nubes nos recorda-
ban el honor y qué es sino Freyja sinónimo de
honor, de entrega, de justa rebeldía y mucho
amor.
Freyja, nació de la belleza y como todos
los dioses conocía muy bien sus cualidades y su
misión. Antes de ella, la diosa Frigg tuvo que
mantener el orden con amor, antes de ella no
existió la guerra entre los hombres, ni los muer-
tos en batalla, ni las valkirias, ni el honor.
En lo divino esta la sabiduría y Freyja na-
ció en el momento indicado, nació del cielo, de
las estrellas, del vuelo de las aves, de la necesi-
dad de belleza, del clamor de los artistas, de la
tinta fresca, nació de los sueños que tanta falta
hacían.
Nació rebelde, con el coraje necesario para ser la diosa del amor, con el temple inquebrantable para
ser la diosa de la fertilidad, con la pasión inagotable de una diosa de la guerra y la fuerza incalculable de
un alma de mujer.
― He correspondido a tu llamado mi diosa, pero insisto en la maldad heredada de los hombres y
siento que mi destino es más que solo ser bella.
La diosa Frigg, la diosa madre, escuchaba con paciencia a Freyja, la miraba joven y delicada con
poca sabiduría y algo torpe.
― Freyja, deja la guerra para Tyr y Odín, eres la diosa del amor y de la fertilidad no de las guerras,
no de la sangre. La mujer nació de los cabellos del hombre, no para adornarlo, sino para recordarle lo
que es la libertad y la sabiduría, dale sabiduría al hombre y hará filosofía, dale amor y construirá puentes,
dale bondad y hará poesía.
―¡Con poesía no se defenderán en una guerra! ―Gritó Freyja, golpeando el cielo con sus manos―
Diosa Frigg, esposa de Odín, la gran guerra se avecina, no solo de los hombres, sino también de los
dioses, y yo siento que puedo hacer más, sé que somos musas, entes de belleza, que tanto hombres como
dioses necesitan, pero ¡qué más! Tu que todo lo ves, que el futuro gozas entre tus manos, dime si mi
camino esta cambiado o si el pesar que me abruma es falso.
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