LIMASHUN Nº 46 46-LIMASHUN | Page 11

CUENTO Juliette M. Carrillo Anccasi DANZAQ L as campanas de la capilla del pueblo anunciaban la reunión convo- cada por los comuneros. Las personas salían de sus casas, el sol ya casi desaparecía, los niños dejaban de jugar y se dirigían a la plaza principal, las madres se enrumbaban conversando sobre lo que pasaba, ya casi silenciosos rodeaban la plaza, atentos a lo que pasaría De pronto el presidente de la comunidad toma la palabra y anuncia que la maldición del pueblo, que por años los perseguía, se iría. Todos si- lenciosos, sin decir nada, quizá ya incrédulos y sin esperanzas, murmura- ban entre ellos. El pueblo por años sufría una maldición: la desaparición de varios niños de la comunidad, sin dejar ningún rastro. Habían intentado todo para encontrarlos, pero todo fue en vano. Hoy se anunciaba el día en que llegaría un hombre, decían que vivía alejado, en las montañas y que tenía más de 1000 años. Pasaron unos minutos y el presidente de la comunidad hace el gran anuncio. ¡Ya está aquí! Llegó de días de viaje caminando, las personas le temían a aquel hombre, decían que era hijo de un poderoso Wamani y otros creían que él era el que se llevaba a los niños del pueblo. A lo lejos se veía la sombra de un hombre, su rostro estaba cubierto, llevaba una tijera enorme en la mano, la gente se asustó, el hombre imponente se sacó el poncho que llevaba puesto y se paró en el centro de la plaza y gritó: ¡Todas las sangres! Agarró las tijeras y empezó a moverlas haciendo ruidos fuertes, el viento comenzaba a correr, las cintas de colores de su vestimenta fla- meaban, todos asombrados gritaron es ¡DANZAQ!, un niño perdido hace muchos años y que la gente contaba que se había ido a las montañas y que lo veían danzar, era un mito, pero no pensaban que existía o que seguía vivo después de muchos años, fue el primer niño que desapareció. El cielo empezaba a nublarse, los truenos retumbaban, los perros aullaban sin razón y Dansaq empezó a hacer el ritual, ha- cia saltos altos que hacían temblar la tierra y movimientos extre- mos, los pobladores sabían que los Apus estaban presentes, se arrodillaron y pedían que desaparezca la maldición del pue- blo, de pronto un ave con grandes alas y su imponente figura vigilaba desde el cielo, era un cóndor, Dansaq grito y dijo, los niños están vivos, nunca se fueron ellos siguen aquí , yo ya cum- plí con despertarlos. Página 11