CUENTO
Juliette M. Carrillo Anccasi
DANZAQ
L
as campanas de la capilla del pueblo anunciaban la reunión convo-
cada por los comuneros. Las personas salían de sus casas, el sol ya
casi desaparecía, los niños dejaban de jugar y se dirigían a la plaza
principal, las madres se enrumbaban conversando sobre lo que pasaba, ya
casi silenciosos rodeaban la plaza, atentos a lo que pasaría
De pronto el presidente de la comunidad toma la palabra y anuncia
que la maldición del pueblo, que por años los perseguía, se iría. Todos si-
lenciosos, sin decir nada, quizá ya incrédulos y sin esperanzas, murmura-
ban entre ellos.
El pueblo por años sufría una maldición: la desaparición de varios
niños de la comunidad, sin dejar ningún rastro. Habían intentado todo para
encontrarlos, pero todo fue en vano. Hoy se anunciaba el día en que
llegaría un hombre, decían que vivía alejado, en las montañas y
que tenía más de 1000 años.
Pasaron unos minutos y el presidente de la comunidad hace
el gran anuncio. ¡Ya está aquí! Llegó de días de viaje caminando,
las personas le temían a aquel hombre, decían que era hijo de un
poderoso Wamani y otros creían que él era el que se llevaba a los
niños del pueblo.
A lo lejos se veía la sombra de un hombre, su rostro estaba
cubierto, llevaba una tijera enorme en la mano, la gente se asustó,
el hombre imponente se sacó el poncho que llevaba puesto y se
paró en el centro de la plaza y gritó: ¡Todas las sangres! Agarró
las tijeras y empezó a moverlas haciendo ruidos fuertes, el viento
comenzaba a correr, las cintas de colores de su vestimenta fla-
meaban, todos asombrados gritaron es ¡DANZAQ!, un niño
perdido hace muchos años y que la gente contaba que se había
ido a las montañas y que lo veían danzar, era un mito, pero no
pensaban que existía o que seguía vivo después de muchos
años, fue el primer niño que desapareció.
El cielo empezaba a nublarse, los truenos retumbaban, los
perros aullaban sin razón y Dansaq empezó a hacer el ritual, ha-
cia saltos altos que hacían temblar la tierra y movimientos extre-
mos, los pobladores sabían que los Apus estaban presentes, se
arrodillaron y pedían que desaparezca la maldición del pue-
blo, de pronto un ave con grandes alas y su imponente figura
vigilaba desde el cielo, era un cóndor, Dansaq grito y dijo, los
niños están vivos, nunca se fueron ellos siguen aquí , yo ya cum-
plí con despertarlos.
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