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A la mañana siguiente se acercó el zorro con sus crías, saltando y revolcándose.
Entonces la huachua que tenía preparada una olla indicó al zorro que pusiera a sus crías
en ella, éste se acercó cargando a sus crías y al sentir el calor de la olla advirtió el peligro, y
preguntó qué había dentro a su comadre, ella respondió que eran aguas milagrosas que te-
nían que estar caliente para que así genere el color a las patas de los pequeños, pero que
esas aguas no quemaban.
—Bien bonito se van a ver —dijo.
Animoso de que sus crías tendrían las patas como su comadre, aceptó. Fue cuando la
huachua se escapó riéndose ya que se había burlado de un astuto zorro, al darse cuenta de
la broma regresó a recoger a sus crías pero ellas ya estaban muertas por el calor inmensura-
ble del agua hirviendo.
LAS PULGAS
os jóvenes decidieron irse de viaje. Co-
gieron sus maletas y empezaron la aven-
tura.
Cayó la noche y ya se encontraban
lejos del pueblo de donde salieron, en-
tonces decidieron dormir en una de las cuevas de
la montaña.
Mientras dormían, y ya avanzada la noche,
escucharon voces de chicas celebrando “pecadi-
lla huasca chayay”, repetían en coro, junto a me-
lodías provocadas por las mismas.
Los dos jóvenes levantándose, guiados por
la curiosidad, salieron de la cueva donde dormían
y observaron a unas mujeres hermosas, eran
ellas las que cantaban y se divertían en otra
cueva cerca de donde ellos dormían.
Fue en ese instante en el que las chicas can-
tando coquetas se acercaron a ellos con la inten-
ción de llevarlos a la cueva de donde salieron. Y
estos, ya enamorados, las siguieron sin quejarse
y así llegaron a una cueva extraña de donde sa-
lían más voces.
Al día siguiente las pulgas alrededor de los
huesos, ya satisfechas, celebraban su astucia
mientras una de ellas aún conservaba el cuerpo
de mujer.
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