—Mañana Juancito vendrá a visitarnos con tu nieto favorito, ayer me dijo que quería
que vaya a vivir con él, no lo creo sabes, tienen un largo camino y no quiero sentir que soy
una argolla para él, mientras pueda caminar, ver y mover mis manos, estaré acá contigo —
dijo irguiendo tontamente el cuerpo, orgulloso.
Caminó hacia la sala, donde observó la mecedora vacía a la vez que en su rostro se di-
bujaba una fatíd ica mirada, símbolo de la soledad que estos tres últimos años le entregaron.
Don Cecilio
icen por ahí que don Cecilio se fue a caminar por la plaza de su pueblo, que aún no
se recupera del susto que pasó hace dos noches. Dicen que tres personas aparecie-
ron a poco más de la medianoche y quisieron robarle todo lo que tenía, gracias a su
avaricia, juntado por años. Que cuando bajó con su correa para enfrentarlos, ate-
rrado al verlos, dio un grito a causa del susto y enseguida solo dijo: “qespiy”. Y cerró
los ojos y que al abrirlos ya todo había pasado. Dicen también que fue el mismo diablo quien
lo salvó.
Pero no fue así como sucedió, sé que nadie lo salvó pues esa mismita noche yo me quedé a
dormir cerca de su casa después de salir de la fiesta de Pedro.
Lo que confundió a la gente que pasaba fue el color y la forma del instante en el que el alma
de don Cecilio salía de su cuerpo.
Yo sé que don Cecilio no será el mismo de antes, que ahora estará como muerto, hasta que
se acaben sus días de condena, ¡pobre, don Cecilio! ya su castigo estaba consumado.
D
LA HUACHUA Y EL ZORRO
Mientras caminaba el zorro observo a su comadre la huachua
—Comadre huachua —dijo el astuto zorro— que patas coloradas tan hermosas tenéis,
¿no existirá algún modo que yo también tenga las patas del mismo color?
—¡Ay zorro, tan distinguido y elegante caballero! —dijo la huachua— no seas tan zonzo
pues. —Calló un momento y después continuo;— compadre, contigo ya es tarde, pero po-
dríamos intentar con tus crías y a partir de ellos los demás que nazcan tendrán las patas
hermosas como las mías, yo conozco un modo compadre.
El zorro animándose con lo expuesto por la huachua respondió:
—Ya pues comadre, anda, cuéntame.
—Claro pues, compadre, solo baja con tus crías y yo preparare el resto, pero ven ma-
ñana temprano que si se hace tarde no funcionará.
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