LIMASHUN 28 | Page 6

6 y no me importaba que mi cuerpo se pa- ralizaba, solo quería seguir perdiéndome en medio de sus canciones; canciones que venían desde lo más profundo, so- nidos dulces y alegres que tranquilizaban mi alma. —¡Ruti, Ruti, Ruuuth! ¿Qué te pasa? —Mmmmm, no me pasa nada, nada. Me quedé mirándolo y quería con- tarle lo que había escuchado, pero sabía que no me iba a creer. —Por un momento pensé que te había pasado algo, parecías ya una esta- tua, pero bueno ahora lo importante es cruzar la laguna. —¿Vamos a cruzar por ahí? —pre- gunté sorprendida —Sí, hijita, cruzaremos por ahí — me dijo apuntando con el dedo a la japa. —Y si nos caemos, o si salen de su escondite esos toretes y nos llevan con ellos. —Ya te dije que olvides eso, no existen tales animales, son mitos inven- tados por los abuelos. Saqué mis zapatos lo más rápido que pude, mi padre aseguraba las cosas en la alforja y alistó al caballo, me explicó cómo tenía que pasar, la niña traviesa de siempre había vuelto y emocionada me perdí en sus explicaciones. Papá pasaba con cuidado jalando al caballo, parecía un lugar tranquilo, yo iba detrás, saltando y saltando, de piedra en piedra, jugando como niña. —Esto es súper fácil. —Ten cuidado, no vaya ser que la piedra te burle y te caigas. —Esto ya lo hice mil veces en la escuela. Las advertencias eran constantes, pero yo hacía caso omiso, de pronto sen- tí que regresaban los cantos que aluciné cuando llegamos, al levantar la cabeza vi a mi padre que me llamaba con la mano, me detuve en el camino, me quedé con- templándolo por última vez, no entendía qué pasaba, la distancia entre él y yo cada vez se hacía más larga, mis pasos se reducían lentamente, mi alma se ale- jaba con los melodiosos cantos que bro- taban de esas aguas, bajé la mirada y vi en el fondo de la laguna a esos seres que tanto anhelaba conocer; dos furiosos enemigos que luchaban por tener la su- premacía y gobernar Lauricocha; cerros gemelos convertidos en toros, ninguno de ellos lograba cantar su victoria, mien- tras ellos seguían en su guerra, la laguna se desbordaba y enterraba a los pueblos en su interior. *** Día a día la pelea es más fuerte, los brillantes tesoros del que me habló mi padre se convierten en arenas blan- cas. Por años intenté parar esta guerra, sé que la victoria sigue lejana, y hasta que llegue seguiré sentada en este trono viendo cuál de mis hijos será mi herede- ro.