LIMASHUN 28 | Seite 5

—Todas las tardes esperaba que salgan, una a una las enumeraba y les ponía nombres. Pero un día ella estaba en mi lugar haciendo lo mismo. Al prin- cipio todo era discusión, cuando esta estrella más brillante nos iluminó y nos puso el mismo camino. Se pasó toda la noche presentán- domelas y con un “mucho gusto” yo ac- cedía a que sean parte de mí. A la mañana siguiente mi padre se levantó muy temprano, ensilló al caballo, me arropó con una manta y con una son- risa de niño me animaba a continuar. Después de un largo viaje nos di- mos cuenta que los aires del pueblo de Raura estaban cerca. —¿Papá, en qué lugar estamos? —Es la laguna de Lauricocha; tus abuelos decían que es un lugar peligroso porque en estos meses los dos toretes que están en el centro de la laguna están en disputa. —¿Toretes? —Así es, dicen que en sus aguas encierran un gran tesoro, pero solo son mitos hija mía. —Y si fuese verdad, y si existen esos toretes… sería emocionante verlos. —Ja, ja, ja, ¡Ay, mi Ruticha! mejor no hagas caso a lo que digo que sólo nos estamos haciendo ideas tontas. Pasé miles de veces por aquí y los únicos ani- males que veo son los patos que buscan algo de comida. —Pero papá... —No existe nada, así que olvídalo. —De acuerdo. Las horas pasaban como torbe- llinos en huida y yo deseaba con tanta emoción que el comentario que hizo papá fuese cierto. De rato en rato volvía la vista atrás para divisar la laguna, pero sólo escuchaba cantos y más cantos de desesperadas perdices que parecían que nos querían ahuyentar de algún peligro. De pronto la frialdad se asomó; era el so- pló congelado de los vientos que nacía de montañas solitarias, para luego morir en nuestras mejillas. Sin hacer caso alguno continuamos con la caminata, papá se miraba cansado y algo desesperado, gritaba para ir más rápido. La alegría que tenía dentro cada vez se suprimía con el paso del viento, al rato ya no quedaba nada de esa niña alegre y juguetona. —¡Ruth,Ruth! —llamaba cada vez que podía— Hija apresúrate, el sol aún está muy alto, así que no perdamos tiempo, solo nos falta cruzar esta laguna. —Ya voy, verás cómo ahorita te alcanzo y te voy ganar todavía, ya verás, viejito renegón. —Ja,ja,ja, cómo piensas alcanzar- me si vienes a pasos de tortuga. —Tortuga! ¡No soy tortuga! ya verás, ya verás que te ganaré y tú serás la tortuga. Corrí y corrí hasta alcanzarlo, al verme llegar me respondió con una enorme sonrisa y yo simplemente me quedé mirándolo con mucha emoción. Estábamos casi por pasar la lagu- na, cuando mis piernas ya no me respon- dían. —Descansaremos un rato. —Si papá, ya no puedo más. Yo observaba la belleza de tan ma- jestuosa laguna, la observaba tan atenta 5 Boletín N° 28, marzo del 2017