LIMASHUN 27 | Page 6

lió cojeando con la última llama. Tío León estaba a la espera, había presenciado todo el espectáculo.— Buenas tardes tío León— Buenas tardes— renegando— ¡ Cuántas veces les tengo que molestar para que aprendan!, creo que por una oreja entra y por la otra sale, ¡ Cómo, estando las dos no van a poder cuidar a los animales! ¿ Dónde está Solis?
— Se fue a la quebrada por su sombrero ¡ Allá esta tío!— apuntando en la dirección de donde venía Solis, ella saluda a tío León desde esa distancia.
—¿ Dónde está tu abuelita? ¿ Ya llegó a tu casa?
— Todavía tío, más tarde va a llegar.
— Ni bien llegue iré a tu casa para hablar con ella, tiene que reparar todo el daño que han hecho, anda sigue pasteando.
— Ya tío, ¿ si le digo a mi abuelita que venga a tu casa?— No, yo iré para allá. Tío León pasaba los días en su telar, lavando, puchkando la lana; tejía ponchos, medias, chompas, chalinas y todo tipo de mantas, la costumbre lo adoptó por parte de su abuela, lo ha ido perfeccionando cada año, con ello crecieron sus 7 hijos. Llevaba sus trabajos a diferentes pueblos en burros y caballos para intercambiarlos por alimentos, raras veces conseguía el cambio por dinero, no sabían dónde comprar, desconocían de tiendas. Cata y Solis muchas veces habían hecho pasar sus animales a su
6 chacra, tío León siempre amenazaba con decirle a la abuelita o a la mamá de Solis, pero nunca lo había hecho, tal vez porque veía reflejado en ella su niñez, las cosas que lo atormentaron y que no quiso verse repetir en otros, o tal vez era la nostalgia de sus hijos que partieron en busca de los sueños y que perdió en una guerra que se prendió en los Andes, fracturándole el alma por un buen tiempo. Allí viene su compañera de siempre, la que ríe de cualquier broma que le llegue, la que juega como quien dice: sígueme el hilo.
Las llamas toman el rumbo de los vientos, Catacha cojea y suelta una sonrisa que contagia a Solis, ella dibuja la sonrisa forzada una vez más, pero se cae en tristeza al mirar a su compañera de tardes cojeando.—¡ Qué te pasó, Cata!— Nada, solo he pisado espina.— A ver, déjame ver.— No, cuando lleguemos Solis. Conociéndote te vas a desmayar, para mi va a ser doble trabajo.—¿ Te duele fuerte?— No, casi nada.— Pero está saliéndote sangre
Cata.— No te preocupes, lo revisaremos cuando lleguemos.— Está bien— Apúrate Solis, yo que estoy coja, te voy a ganar.
Entre risas se marcha, Cata es la flor que derriba el silencio, que salpica su impulso a las