LIMASHUN 27 | Page 5

gando están como sus dueños, más tarde buscarán las sombras que acortarán su presencia. De vez en cuando unos ojos se asoman desde las lejanas casas, tanta distancia se anida y los abrazos más fuertes nacen después de reconocer una silueta tan parecida a sus rasgos de hombre. El teñir de los humos que salen entre las pajas de una casa, dice que es el momento de comer. Las dos almas tendieron las mantas, desataron kipis, los perros con el olfato inquieto ya esperaban y sabían lo que había. Salieron humeantes, entre sus manos, las papas arenosas, el chuño, la kamcha, las otras manos también ponían el mote, el pushpo y el choclo con su queso a disposición. Y es que todo esto ya había sido acordado en sus primeros inicios. Se pusieron a comer mientras hablaban.
—¿ Cata? ¿ Qué harás después de que termines de estudiar?
—¡ Ay, Solis! Seguro que estás pensando que te voy a dejar.
— Es que los que se van a estudiar nunca vuelven, venden todo lo que tienen y desaparecen.
— Algún día volverán Solis, sigue comiendo, más te llenas de preocupación, por eso estas todo charki, un poco más ya estoy hablando con una muerta.
—¡ Ay, Catacha, tu siempre burlándote!— parte una papa en dos, lanza uno de ellos a los perros— para no preocuparme a veces quisiera ser como una de mis ovejas, estaría allí feliz comiendo sin importar lo que suceda.
— Entonces vaya a comer pasto Solischa, que yo me comeré todo esto— y ríe.
—¡ Oh, Cata!— decepcionada— contigo no se puede hablar bien.
— Es que Solis, tú eres muy triste, así vas hacer llorar a todas tus ovejas, y después quien me va a ayudar a hacerles callar.
—¡ Ya, mira! Estoy sonriendo mejor que tú— dibuja una sonrisa forzada— mírame, estoy muy contenta, contentísima Cata.
—¡ Ah, Solis! Se te mira bien, y lo sacaste en tu primera vez, dime cómo se siente tener una sonrisa, aunque forzada, pero es tuya Solis.
—¿ De verdad? ¿ Se mira bien
Cata?
— Claro que sí, Solis, cualquiera que te vea así, también se va a reír. Imagínate que estas yendo cerca de la casa …— Solis le corta.
—¡ Cata, mira! Las llamas están entrando a la chacra del tío León ¡ Vamos!
Corrieron con el sudor frío en contra de los vientos que despertaban la tarde, los perros tomaron la delantera, las manos sujetaron la waraka. El sombrero de Solis despegó en un vuelo hacia las quebradas rocosas, Cata en su trayecto cogió una piedra, con un fuerte ¡ Usha! y unas cuantas vueltas a la waraka espantó a las primeras llamas, saltó las pirkas sin dudar, supo correr de costado por la pendiente sin quebrar la cebada que estaba en la mitad de su tiempo. Rodeó hasta la llama más alejada, tronó repetidas veces la waraka, sa-
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