aprendiendo lo que él hace, he revisado todo su cuaderno, le he dicho que estudie rápido para que yo estudie después.
— Yo también quiero estudiar, pero mi papá no tiene plata, hace mucho tiempo que mi hermano Simeón no regresa, seguro estará trabajando lejos, me ha dicho que me va mandar plata, con eso voy comprar remedio para mi mamá y con lo que sobra voy estudiar.
— Sí Solischa, tienes que cuidarla mucho, si no se te va morir.
— Sí, la otra noche me fui a conseguir hierbitas, con eso está un poco mejor.
—¿ Escuchaste cómo gritaban a noche?, parecía en la curva del cementerio.
— Sí, seguro son esos condenados que estaban peleando por toda la carretera, ¿ No se cansarán?
— No creo, además ellos no comen ¿ Cómo se van a cansar?
— Entonces ¿ Que estarán haciendo por aquí?
— Tal vez es el demonio que quiere llamarnos, pensará que vamos ir a ayudarlo.
— Tal vez es un alma que no quiere irse porque quiere decirnos algo muy importante.
— Podemos ir una noche, le tiramos con una piedra grande hasta que se desmaye y le amárranos hasta que amanezca.
—¡ No! Da miedo, que tal te atrapa a ti y te lleva.—¿ A dónde me llevaría?— No lo sé
— Si me atrapa, tú me sigues para saber a dónde me lleva, no seas sonsita, después entre las dos lo golpeamos. A las dos no nos va poder llevar.
— Podemos decirle a tu hermanito para que nos ayude.
—¡ No! Si somos tres, el demonio se va a dar cuenta y se nos va a escapar. Solischa hay que agarrarlo entre las dos nomás.
— Mi mamá dice que no se puede agarrar, se desaparece y no te deja mover ni un pelo.
—¡ Ay, Solischa! no me digas que tienes miedo ¡ Tú eres más grande que yo y vas a tener miedo!
— Es que me da miedo que mi papá sepa de esto.
—¡ Ay, Solischa! quién le va avisar pues, si solas vamos a saber de esto, además si lo amarramos no van a saber quién lo hizo, lo vamos a dejar hasta que alguien se dé cuenta y nosotras nos hacemos a las asustadas y no pasó nada, Solischa.
— Pero Catacha, tú piensas todo fácil, así no son las cosas ¡ Qué tal el demonio desaparece contigo! A mí me van a echar la culpa por lo que te he dejado hacer.
—¡ Ay, Solis Solischa! tú quieres contagiarme de tu miedo. ¡ Mira quién viene allí, corre corre …!— dice Cata corriendo asustando a Solis.— ¡ Dónde, dónde!— ¡ Jajaja! ¡ Ay, Solischa! casi tus ojos se voltean de susto.
Jugaron a alcanzarse en medio de la carcajada. La tarde apenas asomaba su presencia, los perros ju-
4