La llamada del viento Luis E. Delao Paitampoma
Seguí caminando con el anciano, al llegar a su casa vi el traje de mi padre colgado en un madero viejo, estaba ahí, intacto como siempre, corrí, lo abracé fuerte y no quise separarme nunca más de él. Así pasé ocho años en la vieja cabaña de Alejandro; sí, Alejandro, el último caporal de los negritos de Cayhuayna.
Cada mañana me levantaba muy temprano con ganas de volver a ver a esa avecilla que me trajo a San Sebastián, pero solo escuchaba las caudalosas aguas de río de Huallaga. Levantaba la mirada hacia cielo con tanta nostalgia de querer volver a ver a mi madre pero las cuatro montañas que rodean a la provincia me mantenían encerrado en ese destino, un destino que dejó huellas en todas las calles de Huánuco y San Sebastián. Cada vez que me miraban danzar sentía la presencia de mi padre.
Hoy en día Amarilis baila conmigo y yo con ella ¿ acaso la avecilla que me trajo hasta aquí era ella?
La llamada del viento Luis E. Delao Paitampoma
¡ Oh, coca kintucha! Espíritu de la tierra, Vuela y que el viento sople tu destino, Vuela soplo divino de vida. Vuela, vuela a cada rincón E inunda oídos con cantos de esperanza; Pues algún día volverán a ser hijos dignos de la tierra y el sol; Dignos para sentir sus latidos Hijos que alcancen la sabiduría suficiente para estar a su lado, Ser nobles y ennoblecer corazones tu misión.
¡ Oh, coca kintucha! Cántanos una vez más tus alegres historias, Narra cuentos de esa vida de hombres que maltrataban sus manos bajo el sol Y pulían su alma en la tierra. ¡ Cuéntanos, coca kintucha! Cuéntanos que queremos sentir en nuestros corazones la verdadera vida. El verdadero aliento del viento Y escuchar la voz del bosque que reclama volvamos a su pecho. Vuela cielo de cristal, vuela.
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