sentía que la alegría llegaba cada vez que daba un paso, sentía la presencia de mi padre.
Quizá no logren entender todo esto, pero esta historia comenzó de esta manera: yo con el capricho de capturar a un ave que significaba mucho, un ave que me llevaría hasta los más profundos secretos que escondía mi padre y que talvez por causa de eso había fallecido.
Cada vez que trataba de acercarme a él aceleraba su vuelo y cada vez que me detenía él también los hacía como si supiera lo que yo haría. Así me pasé toda la tarde, ni siquiera el hambre fue impedimento para seguir.
Por un momento pensé en mi madre, sabía que estaría preocupada y enojada, faltaba pocos días para navidad y yo estaba lejos sin saber cómo regresar a casa. Levanté la mirada y él ya no estaba ahí, me encontraba completamente solo, mi obsesión por atraparlo fue vana, había desaparecido con la misma densidad de las aguas del río Huallaga, o eso creí.
Llegué a San Sebastián, una de las provincias más pequeñas de Huánuco pero también una de las más misteriosas. De repente sentí que a todos los que habitaban ahí ya los había visto antes pero no entendía por qué.
— Hola, ¿ cómo estás? Llegas tarde a la reunión, pasa te estábamos esperando— era la voz de un anciano. Esta voz me perturbó.—¿ Quién es usted? ¿ Por qué me dice todo eso? ¿ Acaso sabe quién soy?
Empezó a mirarme sigilosamente, soltó una carcajada y dijo.
— Eres igual que tu padre, lástima que ya no esté contigo pero sé que tú cumplirás con la promesa que él me hizo.
—¿ Mi padre? ¿ Entonces usted lo conoció? ¿ Cómo te llamas?
— No importa quién soy, confórmate con saber que a mi lado estarás seguro y que nada malo te pasará.
Esa tarde me quedé hablando con él, nunca explicó de dónde conocía a mi padre, sus palabras me convencieron y finalmente lo acompañe a la reunión.
— Vamos muchacho, no tengas miedo, sé que dentro ti llevas la sangre de Amarilis y eso te ayudará.
— Señor, apenas tengo diez años y usted me habla como si tuviera cincuenta, no entiende que soy niño. Nunca lo he visto, qué trata de decir con todo eso.
—¿ Extraño? si te parezco extraño entonces te pregunto ¿ por qué seguiste a un ave que también para ti era extraña? las cosas pasan por algo muchacho, muy dentro de ti están las respuestas que buscas.
— Espero que no se equivoque. Vamos entonces continuemos con todo esto.
Recuerdo que el último brillo del sol se estaba ocultando, eso ya no importaba, total, no tenía nada más que perder. Y así me fui con él, y fue que nuevamente recordé a mi padre y creo que por fin había comprendido lo que estaba sucediendo.
pág. 7 de 16