después y cada uno intercambió el regalo que habían llevado . Adán le entregó la rosa a su amada y Eva le compartió el fruto que arrancó .
La rosa y el fruto al verse de nuevo las caras pronto se pusieron otra vez a discutir sobre quién era el mejor regalo . En los cielos la lluvia discutía con la garua sobre quién era mejor para la tierra y las flores . Eva agradecía el gesto de amor y pronto Adán le increpaba sobre la falta de obediencia y criterio , Dios pasó por el lugar y el largó a todos del paraíso .
Días más tarde , a un lado del camino , yacía una rosa marchita y un fruto , manchado de sangre , con dos mordidas . Algunos dicen que fue una manzana , tal vez porque la sangre de la mano de Adán , tras herirse arrancando la rosa , tiñó el fruto . Pero al fin y al cabo ambos yacían en el piso , en el jardín olvidado del paraíso .
La Biblia cuenta que fue un fruto , yo pienso que quizá fue otra cosa , aunque eso ya no importa , ambas aún siguen discutiendo por quien estará en uno u otro cuento .
CRÍTICA MORDAZ A LA ESCUELA LINGÜÍSTICA , LITERARIA , COMUNICATIVA
Rodrigo Salvador
I
Hoy levanto mis estrofas de vigor empolvoradas que pueden ser perfumes , pero hoy serán espadas , hoy destrono a la humildad tan carente de cosechas las juventudes soles quieren , prenderé sus mechas .
Ya deja de engañarte con absurdas esperanzas joven , tú , que envejeces hoy por no coger las lanzas entrégate a la lucha y allí vuélvete gigante y del lápiz , el carbón , conviértelo en diamante .
Tú , que al hombre catalogas de benigno o malo y por ser muy responsable te coronas con un halo , cumples todas tus tareas y les pones mucho empeño sin embargo sigues siendo aún hombre pequeño .
Tú que sentado en tu carpeta quieres parecer un sabio , un estudioso y no sabes comprender , te contentas con tener muy al día tus cuadernos porque piensas que si no te irás a los infiernos .
Moralina absurda la de aquellos puritanos universitarios buenos ¡ Oh , qué buenos ciudadanos ! Que no saben pensar más que en ganar sus notas ignoran que el valor de nuestras almas son ignotas .
pág . 11 de 16