LIMASHUM Nº 45 45-LIM-REDES | Page 9

Sí, nos han considerado inútiles en nuestro racio- cinio, y mucha razón tienen: los niños lo solu- cionamos todo con juegos divertidos o simple- mente echando todo a la suerte. Es más fácil no odiar a tu adversario cuando eres niño y precisa- mente eso no les gusta a los adultos, a ellos les va mejor odiando a sus contrarios, quizás por esto nos alejan de sus enredadas conversaciones, a veces incluso terminan sin ponerse de acuerdo entre ellos o discutiendo y mandándose… quién sabe a dónde. Menos mal que no toda la vida eres niño y cuando creces pisas tierra, y si alguna vez tuviste sueños, los desconoces. ¿Para qué ser niño en- tonces? ¿Para qué demasiados juguetes si de nada sirven? ¿Para qué intentan protegernos los adultos si ellos mismos saben que cuando crez- camos inevitablemente la vida nos pisará de su- frimientos? ¿Para qué ser niño? Largos pensamientos me robaron los sue- ños, de tanto pensar se han borrado mis ilusio- nes. ¡Bah, no sirven!, el mundo no se ha hecho de ilusiones, sólo de reconocimientos. Pues bien, crecí, la niñez es una etapa de hibernación, lo que nos permite sobrevivir después son las ambi- ciones. He olvidado mi espada de madera, hoy es mejor un lapicero. A donde quieras que vayas, mientras más importante eres, muchas más ve- ces dejas tu firma. He crecido ¿alguien se habrá percatado de ello? Mis padres me hablan hoy de las formas de garantizar el patrimonio familiar y de ganar di- nero, mis amigos solo quieren llenar sus vacíos interiores en mi compañía, mis amores… si pue- den llamarse amores a las muchas caras bonitas de las cuales me he sentido atraído entonces me he enamorado de media masa de mujeres; y a ve- ces creo que son mentiras, creo que todo está va- cío, creo que nunca tuve amigos… creo que nunca he amado. Pero a nadie le debe importar eso ¿acaso son importantes los amigos? ¿es im- portante tener un buen puesto en alguna buena empresa con un buen salario? ¿acaso es impor- tante amar a alguien para hacerla tu compañera para toda la vida? Lo importante es ser impor- tante en la sociedad, lo demás va y viene, se de- teriora y cuando se acaba da lo mismo. ¿Cuándo será exactamente que he dejado de vivir? Todos los días despierto y no estoy seguro si en verdad existo. * * * He despertado, me he visto al espejo ¡y no me he reconocido! ¿Quién es ese que me mira fi- jamente a través del cristal? Ayer nomas tenía diecisiete años en el corazón, hoy en cambio tengo canas. ¿Será cierto que mis negros ojos es- tán cansados? Sonrío con tristeza y en una tensa mirada hallo una expresión inconclusa que se afana en seguir viviendo. Y nunca le temí a la muerte, pero yo quería seguir viviendo. La vida y la muerte, son completos en su íntegra verdad, ambas son hermanas gemelas y dueñas de la existencia. ¿Por qué vinieron a mí estos extraños pensa- mientos? Tras ver ese rostro sombrío en el espejo no pude contenerme de pensar en ello. La vejez es la más temida etapa de la vida. Pero el viejo conoce el camino a la perfección, aunque no lle- gue a ella. Me alejo del espejo, sacudo mi larga capa y salgo de la habitación. Me atuso el bigote espeso, aliso un poco mis prendas y abro un baúl apoli- llado. En mi curiosidad, quiero saber qué cosas he guardado antaño con celo y perspicacia, y en- tonces me doy cuenta que la vida se resume a al- gunos objetos que se oxidan o se empolvan o simplemente se gastan o terminan. De mi niñez sólo queda una camisita que mamá suele guar- dar con nostalgia, esa camisita es la síntesis de mi infancia, cuando lo veo aunque no recuerdo haberla utilizado, recuerdo todo lo que me es po- sible recordar de mi niñez. ¿Por qué no guardar más cosas, por ejemplo el babero o el triciclito o qué se yo, algunos juguetes? A veces hay dema- siadas cosas que no son necesarias, incluso la ca- misita no me sirve ahora, es decir, cualquier cosa que me haya servido antaño ya no existe. Sólo son pretextos para recordar, al hombre no le gusta olvidar su patética vida, a veces ni siquiera ha sido trascendente, pero quiere inventarse al- gunas falsas importancias. En fin. Página 9