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CUENTO
Rodrigo C. Salvador Vila
Memorias de un fantasma
En honor a Antonia.
Pretendí hacer un amoroso cuento, pero el
alma es más hermosa en su evocación.
V
ivir es el más complejo de los milagros donde el
azar no halla argumento, y cuyo valor es la
misma vida. Vivir es concentrar el alma en la
existencia, tener por corazón la naturaleza y por mente
las estrellas. Sentirse individual, pero nunca aparte;
sentirse todo, pero no egoísta. Vivir es reencontrarse
con la unidad, penetrar el suelo, profundamente, y
no olvidarse al mismo tiempo extender la alas al
infinito. Coparlo todo, porque todo fuimos
desde el principio… pero lo hemos olvidado.
Todo ha sido pensado y por eso los azares no
caben en la inteligencia. La vida es la más justa
retribución a nosotros mismos y por eso somos a
la vez destino y pasado, lo absoluto y la soledad,
somos Dios y, al mismo tiempo, seres individua-
lidades.
Yo no sé qué es peor, o morir o no exis-
tir. Estoy sentado demasiado tiempo en el mismo
sillón cubierto con el polvo de los siglos, que otrora
época fue la envidia de algún salón barroco. Las horas
pasan y el mundo gira y se traslada… todo sucede mien-
tras yo permanezco sentado, pensando siempre y sin pensar sobre
lo mismo. No sé si estoy viejo o joven todavía, y mientras todo continúa
hay algo en mi cabeza que me mantiene inmóvil. Imaginad un ave aban-
donada por su propia sombra, el ave corta el cielo y no se da cuenta del
abandono, la sombra en cambio vaga sin conciencia: errabundo y solitario.
Nadie la conoce, nadie advierte su presencia, nadie sabe su destino. Salu-
dad a mi sombra si la veis pasar, que no recuerdo dónde ella me ha dejado.
*
* *
Un niño es siempre aquel que nada sabe, di-
cen los adultos. Los niños no debieran opinar so-
bre temas que sólo incumbe a los mayores.
Cuando ellos hablan y tú, niño pequeño, te sien-
tas a escuchar sus conversaciones, te botan dul-
cemente alegando que mejor te vayas a jugar.