D
icen
que
las
personas so-
mos descen-
dientes de los
monos, qui-
zás por la fi-
sionomía y
algunos ras-
gos semejan-
tes;
pero
hubo
un
tiempo en el
que existió un hom-
bre que sin lugar a du-
das era descendiente de
un jaguar: era ágil, escurri-
dizo, fuerte y perspicaz. Su nombre
era Kuypor, hijo del gran Hetusan, líder de una
raza de guerreros nobles dedicados a proteger la
gran ciudad de Lexar; los habitantes de esta ciu-
dad guardaban mucho respeto a estos nobles
guerreros ya que ellos los protegían de las innu-
merables amenazas que venían de otros lugares.
Los habitantes de Lexar se dedicaban a la
agricultura, a la ganadería, a la pesca y a fines
comerciales que los hacían prosperar como ciu-
dad.
Pero eso tendría un cambio significativo
con la llegada de unos hechiceros extraños, de
tierras muy lejanas, quienes ofrecían productos
que te podían volver más joven, otros que te po-
dían volver más fuerte, o quizás adquirir poderes
para viajar a través del mundo de los sueños. La
gente al principio tuvo miedo de que gente ex-
traña les ofreciera todo esto solo a cambio de un
poco de granos de maíz o algún animal pequeño;
y tuvieron desconfianza, pero a la vez lo desco-
nocido les llamaba la atención.
Es así como algunos se atrevieron a inter-
cambiar sus productos por algunas de estas po-
ciones. La mayoría elegía la fuerza, querían ser
igual que los guerreros que los protegían y poco
a poco la gente empezó a verse como ellos, fuer-
tes, veloces, tenaces. Pero no tenían algo que era
muy importante, el sacrifico de haber llegado
hasta ahí.
Kuypor al
ver todo esto se
enfureció
mucho, ya
que muchas
personas
querían
unirse a la
legión de
guerreros, pero él no aceptaba a ninguno. Sa-
bía que esta gente no podía demostrar el va-
lor y coraje que ellos tenían, que solo eran
personas comunes y corrientes con un poco
más de fuerza, y se los quiso demostrar. Instó
a un combate entre los mejores guerreros de Le-
xar, y todo aquel que se sienta capaz de desafiar-
los. La gente se emocionó al escuchar esta noti-
cia y acudió por multitudes. Muchos de ellos un
día antes eran simples agricultores, pero ese día
querían ser guerreros.
El duelo era simple, era un combate cuerpo
a cuerpo tipo torneo; Kuypor hacia ver que el
duelo era muy sencillo, casi como un juego, él
derrotaba a cualquier adversario, sea guerrero o
ciudadano. Pero cada vez que peleaba con al-
guno de estos ciudadanos, sentía que su cuerpo
se iba volviendo más débil. Algo extraño estaba
sucediendo, la pócima no solo ayudaba a ganar
fuerza al que la consumía, sino que hacia perder
parte de ésta a su adversario.
Sin embargo Kuypor no quería sentirse dé-
bil, y siguió combatiendo pero a la vez iba per-
diendo su fuerza y agilidad. A pesar de todo
llegó al combate final, se enfrentaría a uno de es-
tos hechiceros que, con magia o no, había lo-
grado vencer a los otros. Ahora era turno del
guerrero más fuerte, la gente apoyaba a Kuypor,
sabían que él podría vencerlo fácilmente, un he-
chicero no podía ser rival para un guerrero como
él, pero algo iba mal, Kuypor estaba parado en
medio de la arena sin poder moverse, la gente lo
alentaba, pero era como si solo su cuerpo se en-
contrara en ese lugar y su mente este en otro
mundo. El hechicero se le acerco y utilizando un
cuchillo le atravesó el corazón.
Todos vieron cómo el guerrero más fuerte
de Lexar caía en esa arena, pero no solo Kuypor