LIMASHUM Nº 45 45-LIM-REDES | Page 12

Página 12 de 20 nombre también será el mismo. Es ella, a quien amé incluso luego de olvidarla, no había duda, esa mirada… es evidente que no es la de nadie más… no le pertenece a ninguna otra… es ella, ella—… y tengo que marcharme pronto porque estoy retrasado —culmino. Ella no me reconoce. Mis ojos en cambio ya no saben qué hacer, dicen que la conocen y se lo gritan, pero ella no se percata de ello. Me arre- piento de callar entonces, ella está a punto de en- trar y sin importar qué pueda pasar después quiero decirle que soy aquel que una vez la amó para siempre. La llamo al fin, y ella da la vuelta ¡Oh, ese rostro hermoso, cuánto tiempo no lo re- cordaba! Algunas arrugas se asoman a su frente, pero no logran arrancarle su belleza. —¿Quieres algo más? —habla dulcemente. —Sí, la verdad es que alguna vez… —nadie podía impedir que se lo dijera, nadie, pero un niño puede hacer titubear incluso al guerrero más curtido. —Mamá… —la llaman desde adentro y unos pasitos simpáticos se acercan a la puerta. Ese niño copiaba la hermosura de su madre y sin mentirme fui vencido por su tierna voce- cita. Él niño la abrazó del cuello mientras ella lo vestía de besos. —¿Qué haces? —pregunta él. —Salí, porque un pajarito se quejaba bajo el árbol. —¿Y dónde está ese pajarito, mamá? —Le di un poco de agua, parece que se re- cuperó y se fue. Yo escuchaba todo y estaba ahí, ¿qué pasa?, pregunté desesperado, incluso grité su nombre, y aunque estaba frente a ella, y aunque ella parecía que me miraba a los ojos, nunca supe si esto era una visión o si solamente era que yo no existía. Fueron inútiles todos mis intentos, quizás yo he nacido para no olvidarla, ella en cambio nació para nunca recordarme. Y antes de entrar y ce- rrar su puerta, yo también dispuse a alejarme y continuar con mi camino. Cogí mi capa y volteé por última vez. —Mamá, mira —el niño indicaba hacia donde yo estaba— creo que esa es la sombra del pajarito al que le diste agua. Después no escuché nada más. Lo último que vi fue que ella abrazaba con ternura a su hijo y que una lágrima caía de sus ojos. * * * Ya no distingo el límite entre la vida y la muerte. Mientras uno camina no sabe a dónde el destino lo lleva, y lo único que yo sabía es que tenía que apresurarme. Cuando recuerdo el amor me desespero por existir; cuando recuerdo a mi alma, no la encuentro. Alguien entonces me coge de los hombros, ¿quién es? Todo lo que hallo a mi alrededor es ininteligible, pero creo que le reconozco. Me insta a apresurarme y yo le hago caso. Vamos a prisa, él mientras tanto me habla de las cosas evidentes de este mundo… —¿El amor existe? —pregunto sin inmu- tarme. — En el mundo es imposible, pero puede existir en tu alma. No debe importarte si en el mundo abunda el vicio, el rencor, las muertes, los suicidios, los abortos, las violaciones, las gue- rras, la maldad. Es preferible no confiar en el concepto de amor que el mundo te da, pues in- cluso por democracia el amor actual es un nego- cio “yo te doy, tú me das”. Tanta atrocidad puede matarte el alma y corromper tu espíritu. Confía en ti, busca el amor en ti y dáselo a los demás. Eso es lo único verdadero —hace una pausa, y continúa— el amor es algo real en ti, en los demás son sólo recuerdos, o dulces o amar- gos. Es una energía que te mantienen en ti, te permite ser bueno y tú no puedes saber si después de ti existe un hombre bueno. ¿Quién responderá por ti? Tú mismo. “El amor, es una energía que te mantiene en ti”, pensaba mientras continuábamos el trayecto. Empecé a reír estruendosamente, “el amor es egoísmo”, concluí. Mientras volvíamos y nos adentrábamos otra vez al laberinto humano, me sentí muy solo, pero esta soledad inexplicablemente era preciosa pues me alegraba por ser tal vez el único que per- manecía en este mundo con la vista elevada al brumoso cielo. Alguna vez fue azul, y hoy, aun- que gris, todavía es bello. Los mayores libros del ingenio humano han sido guardados por algún anticuario. Ni Ho- mero, ni Cervantes, ni Shakespeare, ni Nietzs- che, ni Khalil, ni otros ejemplares asoman a las bocas juveniles. Hoy quien sea escribe y hay en