libros | Page 89
La Nela sintió escalofríos al verse acariciada por Choto. El generoso animal, después de saltar
alrededor de ella, gruñendo con tanta expresión que faltaba muy poco para que sus gruñidos
fuesen palabras, echó a correr con velocidad suma hacia Aldeacorba. Creeríase que corría tras
una pieza de caza; pero al contrario de ciertos oradores, el buen Choto ladrando hablaba.
A la misma hora Teodoro Golfín salía de la casa de Penáguilas. Llegose a él Choto y le dijo
atropelladamente no sabemos qué. Era como una brusca interpelación pronunciada entre los
bufidos del cansancio y los ahogos del sentimiento. Golfín, que sabía muchas lenguas, era poco
fuerte en la canina, y no hizo caso. Pero Choto dio unas cuarenta vueltas en torno de él, soltando
de su espumante boca, unos al modo de insultos que después parecían voces cariñosas y
después amenazas. Teodoro se detuvo entonces prestando atención al cuadrúpedo. Viendo
Choto que se había hecho entender un poco, echó a correr en dirección contraria a la que
llevaba Golfin. Este le siguió murmurando: -Pues vamos allá.
Marianela
Choto regresó corriendo como para cerciorarse de que era seguido, y después volvió a
alejarse. Como a cien metros de Aldeacorba Golfín creyó sentir una voz humana, que dijo:
-¿Qué quieres, Choto?
Al punto sospechó que era la Nela quien hablaba. Detuvo el paso, prestó atención
colocándose a la sombra de una haya, y no tardó en descubrir una figura que, apartándose de la
pared de piedra, andaba despacio. La sombra de las zarzas no permitía descubrirla bien.
Despacito siguiola a bastante distancia, apartándose de la senda y andando sobre el césped para
no hacer ruido. Indudablemente era ella. Conociola perfectamente cuando entró en terreno
claro, donde no oscurecían el suelo árboles ni zarzas.
La Nela avanzó después más rápidamente. Al fin corría. Golfín corrió también. Después de un
rato de esta desigual marcha, la Nela se sentó en una piedra. A sus pies se abría el cóncavo
hueco de la Trascava, sombrío y espantoso en la oscuridad de la noche. Golfín esperó y con paso
muy quedo acercose más. Choto estaba frente a la Nela, echado sobre los cuartos traseros,
derechas las patas delanteras, y mirándola como una esfinge. La Nela miraba hacia abajo... De
pronto empezó a descender rápidamente, más bien resbalando que corriendo. Como un león se
abalanzó Teodoro a la sima, gritando con voz de gigante:
-¡Nela! ¡Nela!
Miró y no vio nada en la negra boca. Oía, sí, los gruñidos de Choto que corría por la vertiente
en derredor, describiendo espirales, cual si le arrastrara un líquido tragado por la espantosa
sima. Trató de bajar Teodoro y dio algunos pasos cautelosamente. Volvió a gritar, y una voz le
contestó desde abajo: -Señor...
88
-Sube al momento.
© RinconCastellano 1997 – 2011 www.rinconcastellano.com