libros | Page 86
La Nela estuvo vagando sola todo el día, y por la noche rondó la casa de Aldeacorba,
acercándose a ella todo lo que le era posible sin peligro de ser descubierta. Cuando sentía rumor
de pasos alejábase prontamente como un ladrón. Bajó a la hondonada de la Terrible, cuyo
pavoroso aspecto de cráter le agradaba en aquella ocasión, y después de discurrir por el fondo
contemplando los gigantes de piedra que en su recinto se elevaban como personajes
congregados en un circo, trepó a uno de ellos para descubrir las luces de Aldeacorba. Allí
estaban, brillando en el borde de la mina, sobre la oscuridad del cielo y de la tierra. Después de
mirarlas como si nunca en su vida hubiera visto luces, salió de la Terrible y subió hacia la
Trascava. Antes de llegar a ella sintió pasos, detúvose, y al poco rato vio que por el sendero
adelante venía con resuelto andar el señor de Celipín. Traía un pequeño lío pendiente de un palo
puesto al hombro, y su marcha como su ademán demostraban firme resolución de no parar
hasta medir con sus piernas toda la anchura de la tierra.
-Celipe... ¿a dónde vas? -le preguntó la Nela, deteniéndole.
Marianela
-No voy, sino que vengo, preciosa señorita; pero porque usted me cuente alguna cosa,
cualquiera que sea, volveré con mucho gusto. Volvamos a Aldeacorba: ya soy todo oídos.
-Nela... ¿tú por estos barrios?... Creíamos que estabas en casa de la señorita Florentina,
comiendo jamones, pavos y perdices a todas horas y bebiendo limonada con azucarillos. ¿Qué
haces aquí?
-¿Y tú, a dónde vas?
-¿Ahora salimos con eso? ¿Para qué me lo preguntas si lo sabes? -replicó el chico,
requiriendo el palo y el lío-. Bien sabes que voy a aprender mucho y a ganar dinero... ¿No te dije
que esta noche?... pues aquí me tienes, más contento que unas Pascuas, aunque algo triste,
cuando pienso lo que padre y madre van a llorar... Mira, Nela, la Virgen Santísima nos ha
favorecido esta noche, porque padre y madre empezaron a roncar más pronto que otras veces, y
yo, que ya tenía hecho el lío, me subí al ventanillo, y por el ventanillo me eché fuera... ¿Vienes tú
o no vienes?
-Yo también voy -dijo la Nela con un movimiento repentino, asiendo el brazo del intrépido
viajero.
-Tomaremos el tren, y en el tren iremos hasta donde podamos -dijo Celipín con generoso
entusiasmo-. Y después pediremos limosna hasta llegar a los Madriles del Rey de España; y una
vez que estemos en los Madriles del Rey de España, tú te pondrás a servir en una casa de
marqueses y condeses y yo en otra, y así mientras yo estudie tú podrás aprender muchas
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