libros | Page 102
El tercer día le dijo Golfín:
-Ya se ha enterado usted de gran parte de las maravillas del mundo visible. Ahora es preciso
que vea su propia persona.
Trajeron un espejo y Pablo se miró en él.
-Este soy yo... -dijo con loca admiración-. Trabajo me cuesta el creerlo... ¿Y cómo estoy
dentro de esta agua dura y quieta? ¡Qué cosa tan admirable es el vidrio! Parece mentira que los
hombres hayan hecho esta atmósfera de piedra... Por vida mía que no soy feo... ¿no es verdad,
prima? ¿Y tú, cuando te miras aquí, sales tan guapa como eres? No puede ser. Mírate en el cielo
trasparente y allí verás tu imagen. Creerás que ves a los ángeles cuando te veas a ti misma.
-Prima mía, mi padre me ha leído aquel pasaje de nuestra historia, cuando un hombre
llamado Cristóbal Colón descubrió el Mundo Nuevo, jamás visto por hombre alguno de Europa.
Aquel navegante abrió los ojos del mundo conocido para que viera otro más hermoso. No puedo
figurármelo a él sino como a un Teodoro Golfín, y a la Europa como a un gran ciego para quien la
América y sus maravillas fueron la luz. Yo también he descubierto un Nuevo Mundo. Tú eres mi
América, tú eres aquella primera isla hermosa donde puso su pie el navegante. Faltole ver el
continente con sus inmensos bosques y ríos. A mí también me quedará por ver quizás lo más
hermoso...
Marianela
A solas con Florentina, y cuando esta le prodigaba a prima noche las atenciones y cuidados
que exige un enfermo, Pablo le decía:
Después cayó en profunda meditación, y al cabo de ella preguntó:
-¿En dónde está la Nela?
-No sé qué le pasa a esa pobre muchacha -dijo Florentina-. No quiere verte sin duda.
-Es vergonzosa y muy modesta -replicó Pablo-. Teme molestar a los de casa. Florentina, en
confianza te diré que la quiero mucho. Tú la querrás mucho también. Deseo ardientemente ver a
esa buena compañera y amiga mía.
-Yo misma iré a buscarla mañana.
-Sí, sí... pero no estés mucho tiempo fuera. Cuando no te veo, estoy muy solo... Me he
acostumbrado a verte, y estos tres días me parecen siglos de felicidad... No me robes ni un
minuto. Decíame anoche mi padre que después de verte a ti no debo tener curiosidad de ver a
mujer ninguna.
-¡Qué tontería! -dijo la señorita ruborizándose-. Hay otras mucho más guapas que yo...
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