Libros Comunión de Gracia La Resurrección: Una Promesa Cumplida | Page 8

La Resurrección: Una Promesa Cumplida Después de estacionar el auto, ella y las niñas caminan hacia el frente de la iglesia. Al acercarse al edificio, ve un letrero que anunciaba el sermón para esta semana. En letras grandes decía simplemente, “¡Ha resucitado!” María paró. Apretando las manos de sus niñas se dijo a sí misma: Sí, de- bemos estar aquí, aunque por ninguna otra razón que esta: Jesús vive. Nadie sigue igual. La muerte no tiene un derecho perdurable. El Sol de justicia ha salido. ¡Jesús vive! ¡Ha resucitado! ………………………. Pablo se inclinó sobre el pergamino. Su carta a los corintios se estaba vol- viendo extraordinariamente larga. Pero antes de dejar de escribir necesitaba cubrir un tema más. Pablo estaba preocupado. Los problemas en Corinto no eran simplemente de comportamiento. Los miembros allí habían comenzado a dudar de las verdades centrales de la fe. La salvación de algunos estaba en peligro. Con el corazón oprimido escribió en lo que ahora llamamos Primera Co- rintios 15: “Ahora, hermanos, quiero recordarles el evangelio que les predi- qué, el mismo que recibieron y en el cual se mantienen firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.” (versículos 1 y 2) Después de tanto esfuerzo, después de lo que Jesús había hecho por ellos, lo que menos quería Pablo para los corintios era que su fe hubiera sido en vano. Por eso, para enfatizar la seriedad de la situación escribió, “Porque en primer lugar les he enseñado lo que también recibí”. Pablo entendió que el tiempo puede enturbiar la visión. Las prioridades pueden llegar a confun- dirse. La apatía puede llegar. Pablo escribió para pelear contra tal corrosión, orando que el Espíritu Santo le daría las palabras que la iglesia necesitaba escuchar. ¿Qué iba en primer lugar? Pablo les recordó “que Cristo murió por nues- tros pecados...que fue sepultado y que resucitó al tercer día”. Para Pablo, el evangelio no dejó a Jesús en la cruz. También lo resucitó del sepulcro. Pablo apoyó su testimonio de la resurrección de Jesús, citando a muchos testigos. Comenzando con Pedro, la lista de Pablo creció hasta que finalmen- te escribió, “Y al último de todos... me apareció a mí también”. Esa aparición cambió para siempre la vida de Pablo. Y debe cambiar para siempre nuestras 8