Faltaba una hora para la partida de María, quien sollozando salió de la habitación, y le dijo a su marido que tenía que salir a comprar una bebida porque tenía sed. Él la miró, se levantó del sillón, la abrazó y le dijo al oído que fuera donde fuera, la iba a encontrar. Ella lo miraba y sonreía, entonces él le contestó: “Mañana a las nueve de la mañana te espera el doctor Ramírez para una entrevista en el Hospital Pirovano”. Ella ignoraba lo que él trataba de decir y se fue, como si nada hubiera pasado. María cerró la puerta de su casa furiosa, retiró el auto del estacionamiento, cargó nafta para partir hacia la ruta con un rumbo desconocido. A la una de la mañana hubo un accidente, a metros del peaje; se bajó de su auto para ayudar al herido, y al regresar para buscar su teléfono, su vehículo no estaba, se lo habían robado. Desolada y con un estrés impresionante, sin saber qué hacer, caminó buscando un teléfono para comunicarse con Eric. Como ya estaba sobrecargada con todos sus asuntos personales, explotó, se puso fuera de sí, pero nadie la ayudó; al contrario, la ignoraban, y eso la volvió agresiva, se cegó por completo, se empezó a autoagredir gritando desconsolada.
Enseguida llamaron a la policía y esta empezó a actuar rápidamente, mandaron a traer a un personal femenino para que María pudiera ser tocada y ser llevada a un hospital, y desde allí ser derivada a un psiquiátrico.
Sofía Cuella
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