Un corazón de mujer, María
María pasaba los días tras esos helados muros pensando cómo escapar; allí durante las largas noches de invierno en las que no lograba dormir, pensaba y pensaba cómo hacer para irse sin que nadie lo notara. Para ganarse la confianza de la enfermera imitaba a las otras internas que caminaban por el parque como zombies. Mientras tanto María estudiaba la situación, cuando se abría el portón observaba cuántos minutos estaba abierto (que en realidad eran segundos), por ahí iba a tratar de escurrirse cuando tuviera la oportunidad. Sabía que era peligroso pero más tremendo era permanecer en ese lugar.
Cuando la enfermera iba a la habitación por las noches a darle los somníferos, ella fingía tomarlos, luego los tiraba en el inodoro. Una noche se deslizó sigilosamente por la puerta de la habitación y se escondió detrás de unos arbustos, esperó mirando fijamente ese portón que significaba su libertad. Su corazón latía aceleradamente, un frío helado corría por su cuerpo esperando el momento oportuno para huir. Lentamente el guardián abrió el portón y ella vio que entraba el autobús ya conocido con otras mujeres, aprovechó, corrió hasta no poder respirar y logró escapar.
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