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la foto de María en la mano, le preguntó si la había visto a ella o a su auto, un Fiat 600 modelo ochenta color verde agua con una abolladura en la puerta del acompañante. El hombre recordó haber visto ese mismo coche hacía unos días, había doblado en una carretera vieja por la que ya nadie circula. Salió a la puerta y señaló al norte. José le agradeció por el dato, rápidamente tomó el camino y condujo hasta dar con el vehículo. Se sorprendió cuando vio que el auto estaba intacto hasta el más mínimo detalle, todo estaba en su lugar.
Frustrado por no haber encontrado todavía a María, sentado en el asiento del conductor mirando al suelo, pensó que cada vez tenía menos esperanzas de hallar a su esposa. Luego de unos minutos escuchó un ruido similar a una bocina o sirena, y vio a lo lejos que un autobús se acercaba. Entonces decidió pararse en medio de la carretera para detenerlo. El chofer frenó y preguntó por qué razón lo había detenido. José intentó averiguar si sabía qué había pasado con el coche que estaba abandonado en el borde de la carretera. El chofer nervioso dijo que nunca había visto el automóvil ni a la persona dentro y siguió su camino. No conforme con esa dudosa respuesta, José decidió seguirlo. Después de cinco kilómetros el autobús llegó a su destino. Un edificio bastante viejo que a simple vista parecía ser un hospital psiquiátrico.