Libro | Page 13

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Diferentes desenlaces para una misma trama:

El mensaje de la pared

Horas más tarde se despertó totalmente perdida y mareada sin ninguna clase de recuerdos de cómo había ido a parar ahí, en un cuarto enorme, solitario, frío y con ruidos muy extraños de gritos a su alrededor. Llegó la hora del almuerzo. María no aguantaba más del hambre, hacía dos días que no comía nada. En el aire se sentía un olor fuerte y raro parecido al de una sopa mezclada con mucha cebolla y vinagre para tapar lo que sería el olor de un pedazo de carne en mal estado. Recibió el plato semifrío, y a pesar de que lo primero que vieron sus ojos fue, sin duda, lo peor que había comido en toda su vida, igual lo digirió en menos de cinco minutos.

El tiempo pasaba y dentro del hospital psiquiátrico cada vez costaba más diferenciar si pasaban treinta minutos o tres horas. Ya estaba casi resignada por los hechos acontecidos, en su pensamiento solo quedaba la última esperanza de que José, su esposo, pudiera dar con ella antes de que se volviera loca por el entorno que la rodeaba. María comenzaba a sentir reacciones y sentimientos muy extraños, cambiantes e inestables, muy parecidos a los de un esquizofrénico; el temor de perder totalmente la cabeza era cada vez más grande. Por el temor de que José no llegara a rescatarla decidió escribir las paredes con todos los recuerdos felices que había vivido junto a su esposo, utilizando sus uñas crecidas y filosas con tierra, por el abandono de su higiene personal.

José denunció su desaparición, pero a pesar de eso no hubo noticia alguna de qué fue lo que le pudo haber pasado a María. Entonces decidió dejar su trabajo de empleado público para dedicarse totalmente a buscarla sin descansar. Comenzó por el camino que ella hacía todos los días para ir al trabajo. Tuvo que detenerse para cargar combustible, a pesar de que era muy poca la gente que transitaba por ese lugar igual decidió bajar con una foto de María para preguntar si la habían visto. Todas las respuestas fueron negativas, la última persona que quedó sin preguntar era un hombre mayor muy deteriorado, corto de vista y con dificultad al caminar. José con los ojos brillosos al borde del llanto y con la foto de María en la mano, le preguntó si la había visto a ella o a su auto, un Fiat 600 modelo ochenta color verde agua con una abolladura en la puerta del acompañante. El hombre recordó haber visto ese mismo coche hacía unos días, había doblado en una carretera vieja por la que ya nadie circula. Salió a la puerta y señaló al norte. José le agradeció por el dato, rápidamente tomó el camino y condujo hasta dar con el vehículo. Se sorprendió cuando vio que el auto estaba intacto hasta el más mínimo detalle, todo estaba en su lugar.