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asistencia de un equipo interinstitucional que les facilita alimentación, servicios médicos y
transporte gratuito hasta sus comunidades de origen, entre otras garantías.
Por otra parte, en la localidad mexicana llamada Playas de Tijuana, se dieron
incidentes violentos cuando varios jóvenes salvadoreños golpearon a ciudadanos nativos de
ese lugar y los periodistas y autoridades policiales comenzaron a decir que, posiblemente,
se trata de “maras” infiltrados entre los migrantes. “No los queremos aquí. ¡Fuera de
México!” Comenzaron a decir quienes sufrieron las agresiones inesperadas de parte de los
centroamericanos. Esos antecedentes parece que le dan la razón a Trump y veremos cómo
se decantarán los hechos conforme vayan arribando más migrantes al borde de la valla
intrafronteriza. Todo parece susceptible, volátil, altamente riesgoso… y solo es cuestión de
tiempo…
Daniel Ortega Ad Infinitum
MANAGUA, Nicaragua-(Especial para el periódico Información/Houston, Texas) El
dictador no piensa, ni por asomo, bajarse de la silla dictatorial, a pesar del descontento de
más del 95 por ciento de los ciudadanos de su país. Tiene a las cámaras de comercio, a los
sindicatos, educadores, obreros y a la gran mayoría del pueblo, en su contra y en contra de
su mujer, Rosario Murillo, la pitonisa que co-gobierna con él. Pero al dictadorzuelo eso no
le importa; porque lo que le interesa es continuar hasta el infinito como tiranuelo de su país
y hasta más allá de esta vida, como seguramente le ha hecho creer su estrafalaria esposa. Y
así lo ha dado a conocer a la Agencia Euronews que lo entrevistó en exclusiva para el gran
público europeo.
Nos recuerda tanto a Muammar el-Gadaffy huyendo de las revueltas callejeras hacia
Sirte, en Libia, su ciudad natal, para guarecerse allí y retornar al poder una vez se hubiera
calmado todo; o a Saddam Hussein, quien se escondió en un orificio en la tierra tras la
invasión estadounidense a Irak, en lugar de marcharse a un “exilio dorado”, financiado por
sus abultadas cuentas bancarias. Todo ello es lo que los politólogos y psiquiatras llaman “el
erotismo del poder”. Es el atractivo bestial, salvaje, irracional e intuitivo, que cada dictador
siente por el Palacio del Gobierno y que le hace desligarse de la realidad circundante.
Daniel Ortega, el cuasi-analfabeto autócrata nicaragüense, también es uno de ellos, como
Nicolás Maduro y otros más alrededor del mundo.
Incluso, el dictadorzuelo centroamericano no acepta que su pueblo lo detesta; es
cuando dice, “(…) no es todo el pueblo. (Es) una parte de la población. Aquí hemos tenido
una oposición todo el tiempo, que se ha manifestado claramente (…).” Pero lo cierto es que
más del 80 por ciento de los ciudadanos quieren que se marche junto a su mujer e hijos,
bien lejos de la casa de gobierno. Es cuando Daniel Ortega responde a una de las últimas
encuestas que le hicieron a los adversarios suyos: “No conozco ninguna encuesta seria,