Libro Medicina Basada en Evidencias MBE Alberto Narvaez | Page 28

libertad clínica. Suprime su capacidad para decidir, experimentar y especular. Lo convierte en un secretario judicial que levanta acta de un diagnóstico y de un tratamiento. Y es más, convierte al mismo enfermo en una pantalla donde podemos leer los resultados de las pruebas y análisis clínicos...". -"La MBE sólo salva el método. Cuando no hay una decidida vocación de conocimiento, y todo conocimiento exige además del rigor científico, pasión e intuición, ha de existir un método... La MBE busca la satisfacción que produce la consciencia de que pisamos tierra firme, la belleza de la evidencia y de la objetividad granítica que pone orden y da sentido a la profesión. No obstante, el trabajo en la cabecera del enfermo es más anónimo, crea dudas y escasas certezas. ¡Qué hermosa sería la MBE sin la presencia siempre tan perturbadora de los pacientes!". -"En fin, ¿es acaso la MBE la única estrategia posible de interpretación de la verdad? ¿Tiene la MBE la exclusiva de la explicación de los fenómenos? La MBE tiende a obviar otras explicaciones por el mero hecho de no haber pasado el filtro científico sin prestarles la menor atención y observación. Por todo eso, y mucho más, me parece un enfoque muy poco apropiado, incluso arrogante e insultante para los médicos que siempre hemos estado practicando la medicina de forma rigurosa intentando hacerlo lo mejor posible". Por algo más de 15 minutos, el Dr. Barra expuso sus reparos y objeciones contra la MBE. Como siempre, lo hizo con claridad de ideas y de forma vehemente, lo que daba más contundencia y credibilidad a sus afirmaciones. Toda esa avalancha de críticas aturdió al Dr. Figuera, incapaz de ordenar sus ideas con la misma rapidez y de rebatir, siquiera someramente, los principales argumentos que le presentaba su colega. Terminado la andanada de reparos a la MBE se hizo un silencio por unos pocos segundos, mientras el Dr. Figuera recapacitaba sobre aquello que acababa de oír. De repente, el Dr. Barra se levantó y, dirigiéndose hacia la puerta, se despidió de su colega diciendo: "¡Uy, llegare tarde a la reunión del servicio! Espero no haberte desanimado, pero más vale ser precavido para que no te tomen el pelo". El Dr. Figuera se sentía confuso y, en cierto modo, desanimado. Parecía como si el globo que antes le había parecido tan atractivo ahora se deshinchaba solo. Quizás su entusiasmo inicial había sido demasiado ingenuo. Lo que había leído durante el fin de semana le había parecido muy razonable y estimulante, pero posiblemente una reflexión más profunda y pausada, adoptando una perspectiva más realista y pragmática del asunto, le haría comprender que se trataba de elucubraciones de difícil aplicación, cuando no inútiles para su propia práctica profesional. No hu bo mucho tiempo para entretenerse demasiado en esos pensamientos puesto que por alto parlante se le comunicó que se le buscaba lo que le volvió a la realidad: "Dr. Figuera, acuda urgentemente a la segunda planta". Una toxicidad grave acaecida en el paciente de la habitación 235 requería inmediatamente de sus cuidados. Tal como le había sugerido el Dr. Martínez la semana anterior, el martes por la tarde el Dr. Figuera se dirigió al despacho de su colega. Desde un principio tenía la 26