Libro Medicina Basada en Evidencias MBE Alberto Narvaez | Page 13
que valoraran el tratamiento a seguir.
El oncólogo que le tocó (Dr. Figuera era su nombre) tenía alrededor de los 52 años.
A Fernando le sorprendió que le hablara del tumor y no se refiriera en ningún
momento a la palabra cáncer, hasta el extremo que se lo preguntó directamente.
-"¡Ah! bueno, sí claro..., tiene un tumor maligno, que es lo mismo que un cáncer" ,
balbuceó el médico.
-"Pues a mí mejor me dice las cosas claras, para entenderlas bien" .
A partir de aquí, el Dr. Figuera se puso algo más tenso y se enfrascó en una serie
de tecnicismos sobre los adenocarcinomas gástricos de tipo intestinal y su buen
pronóstico. Lo que pudo entender de la explicación reconfortó a Fernando, aunque
lo que a él le importaba realmente y en lo que estaba pensando es en sí se iba a
morir o no.
Cuando el oncólogo le explicó que para asegurar que no quedara ninguna célula
cancerosa en su organismo le iban a tratar con quimioterapia, Fernando se puso
algo intranquilo. Si la operación había ido bien, para qué necesitaba más
tratamiento; si lo iban a tratar, porqué no aplicarle uno más intensivo en lugar de
uno tan suave (por lo que le decía el médico) como el que le proponían; si la
quimioterapia tenía efectos poco agradables, como posible caída del cabello,
vómitos, etc. … más importante era saber si valía la pena o no y hasta qué punto.
El Dr. Figuera hizo una cerrada defensa de su propuesta y le argumentó que con el
tratamiento incrementaría sus posibilidades de supervivencia.
-"¿En cuánto?" le inquirió Fernando.
-"Bueno, claro, esto depende del tipo de reacción que tenga. En el fondo cada caso
es diferente y es muy difícil individualizar".
-" Entonces, ¿cómo sabe que este tratamiento me va a beneficiar a mí?”
-"No, claro, esto es imposible de saber", le explicó el médico. "Pero sí que se ha
demostrado que el tratamiento va bien"
Fernando recordó instantáneamente las páginas que había consultado en su
computador acerca de la eficacia de muy diversos tratamientos para todo tipo de
enfermedades, muchas de ellas de organizaciones de usuarios y pacientes. Le vino
a la memoria que en una de ellas, (titulada 'Cómo desenmascarar a los hechiceros,
sobre todo a los que no van pintarrajeados'), se daban una serie de orientaciones
prácticas sobre cómo discriminar aquello que está probado científicamente de lo
que no lo está. Uno de los consejos consistía en no tener rubor alguno para pedir
las pruebas en que se basaba cualquier tratamiento médico. Y así lo hizo:
-"Permítame una pregunta: ¿me podría mostrar las pruebas que corroboran lo
que dice?"
Indudablemente, el Dr. Figuera no estaba acostumbrado a este tipo de
requerimientos, pues en caso contrario no se hubiera preocupado como lo hizo.
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