Libro: Estado, pensamiento crítico y políticas públicas LIBRO IIESES 2018 | Page 73
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(firmado por cierto por Ernesto Zedillo, en calidad de titular de la Secretaría de
Educación Pública y por todos los gobernadores de la Entidades federativas).
Entonces no fue “pérdida” de rectoría, sino más bien “cooptación”,
“negociación”, “alianza” o “pacto” político que convenía a ambas partes, sobre
todo con fines de control y manejo corporativo de los miles de miembros del
SNTE. Así era (¿o es?) la ecuación para ejercer el poder político sobre el
magisterio.
Justo sobre este controversial núcleo discursivo (“la necesidad política de
recuperar la rectoría del Estado en educación”), la Mtra. Tatiana Coll, de la
Universidad Pedagógica Nacional, se refiere a este asunto como: “El fetiche de
la rectoría del Estado y la calidad educativa” (2013).
“Los argumentos más visibilizados que sustentan esta reforma son: la
recuperación de la rectoría del Estado en materia educativa y la tan llevada y
traída calidad de la educación. La llamada “rectoría del Estado” parece haberse
convertido en los nuevos tiempos priístas en la palabra clave que permite
explicar, justificar, alabar y llevar a cabo un conjunto de políticas reformadoras.
Se “recupera la rectoría del Estado” en educación al encarcelar a la señora
Gordillo a pesar de que los líderes charros sigan controlando el sindicato; sin
embargo, “no se pierde la rectoría del Estado” al abrir el petróleo a la inversión
privada nacional y extranjera cuando sólo se podrán cobrar menguados
impuestos; y se “consolida la rectoría del Estado” en telecomunicaciones al
aceptar el ingreso del monopolio Slim en televisión y, viceversa, del monopolio
Azcárraga en telefonía. Una rectoría del Estado cuyos principios se acomodan
fácilmente a los intereses dominantes.”
Así, continúa su análisis la Mtra. Coll: “La pregunta evidente sería: ¿Qué
entienden por Estado y por rectoría del Estado cuando se utilizan para
caracterizar procesos tan aparentemente disimiles? Seguramente el meollo
radica en que “la injerencia dañina” del SNTE vulnera al Estado, mientras que la
“benéfica injerencia” del capital privado lo fortalece.
En realidad, me parece que es exactamente al revés: en el caso de la
educación nunca se perdió la famosa rectoría, es un pretexto para controlar a los
maestros, mientras que con relación al petróleo y su apertura al capital privado
el Estado está muy dispuesto a cederla; así, aunque se trasnacionalice, como
los bancos, “seguirá siendo de la nación”, maniobras verbales en las que se