Libro: Estado, pensamiento crítico y políticas públicas LIBRO IIESES 2018 | Page 179

179 respecto de los editores o los propietarios de la prensa. A su vez, fueron cediendo los estilos retóricos hasta fijar las pautas que en la actualidad continúan vigentes. Las prácticas de directa manipulación y de propaganda, características de la vieja prensa, se redujeron. Paso a paso el poder político se adaptaba a ese sistema de crear y difundir información. Por un lado, lectores y ciudadanos se mantuvieron alejados de los aparatos políticos. Por otro, aunque mediatizada y simbólica, esta prensa brindó la oportunidad de informar a un auditorio creciente acerca de las cuestiones públicas. En esta etapa surgieron grandes agencias de noticias que fueron expandiéndose rápidamente como empresas transnacionales. Muchas de estas firmas actuaron como oficinas auxiliares de servicios de información local en países colonizados empleándose para obtener información política de países dependientes y favorecer el trabajo diplomático de los gobiernos centrales. Después de la mitad del siglo XX los medios masivos constituyeron una tercera forma de circular información (Miège, 1998, 48). En este periodo la radio, la prensa, en especial, la televisión rápidamente descubrieron la capacidad de penetración de los sistemas audiovisuales. Pronto se incorporaron las innovaciones técnicas y se ampliaron los públicos. Los anunciantes cada vez influyeron en los tipos de programación. Las técnicas del mercado ocuparon un lugar primordial mientras la atención se concentró en el entretenimiento. Las pautas de programación comercial y del espectáculo llegaron a imponerse por encima de difusión de expresiones culturales o de contenidos educativos. Por cuestiones de seguridad, al fin de la II Guerra Mundial, muchos gobiernos establecieron una triple tarea respecto de la manera de circular la información. Internamente actuaron como propietarios de medios electrónicos. A la vez, desempeñaron el papel de reguladores y operadores de agencias noticiosas, amén de mantener el control directo sobre los sistemas telegráfico, postal y, más tarde, de las telecomunicaciones. Aunque la participación de los gobiernos, en ocasiones, resultaba poco competitiva por sus altos costos financieros o por su baja calidad periodística, se mantenía para contener a los órganos independientes y a los grandes corporativos empresariales. Los gobiernos establecieron agencias que controlaron técnicamente los medios y censuraron políticamente los contenidos.