EL IMPERIO INCAICO
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car la utilidad de cada uno en la de todos; pero la reali-
zación de semejante idea, fructuosa solo en una sociedad
de ángeles o santos, hubo de encontrar en el Perú obstá-
culos morales que la hicieron en alto grado maléfica. En
la inmensa mayoría de los hombres, el egoísmo es la causa
de la actividad y del progreso. Suprimiéndolo, para que la
actividad continúe hay que echar mano de la fuerza, hay
que ser despótico- como sucedió en el Perú-; y la soli-
daridad espontánea que es el mas noble uso que se puede
hacer de la libertad, se convierte cuando es forzosa en la
más terrible servidumbre. Y en la servidumbre, aquellos
mismos sentimientos sociales que se ha procurado robus-
tecer, se van debilitando hasta casi extinguirse; y para con-
servar la sociedad no resta otro lazo que la imposición, la
violencia. Eso precisamente sucedió en el Perú incásico. No
podía haber afectos conyugales muy comunes donde la
elección en el matrimonio era asunto del Estado, ni patrio-
tismo é interés por los negocios públicos donde la nación
no tenía ingerencia en la marcha del gobierno. La mo-
ralidad impuesta y no libremente practicada, podía ser
excelente en su parte negativa y pasiva: en evitar el
crimen y cumplir la ley por temor al castigo; pero tuvo
que ser nula en su parte positiva, en realizar más de
lo prescrito, en el heroísmo, en las grandes virtudes, en
la generosa altivez, en el fecundo orgullo. El trabajo no
fue diligente sino porque era obligatorio; y los inventos
industriales y científicos no pudieron nacer donde faltaban
el poderoso estímulo de la propiedad privada, y toda li-
bertad del pensamiento.
Consecuencia rigurosa del despotismo teocrático y del
socialismo, fue la inmovilidad, el estancamiento. La libertad
es el principio activo: ahogado todo germen de variedad y
vida estaba muerto. El Perú funcionó automáticamente, re-
pitiendo siempre los mismos actos, sin introducir ninguna
mejora, mientras que en Europa una civilización, quizá